NORBERTA
Hoy 6 de junio es san Norberto y cumple años,
si vive con una media novieta que tuve primer amor en las dulces aulas de
filosofía. Olía muy bien. Era dulce, discreta, alegre, muy morena, el rostro
aguileño y unos ojos moros.
Todas aquellas idas y venidas a la facultad,
aquel pásame los apuntes que servían de pretexto para salir, terminada la
clase, a tomar una copa en Rosales desde cuyas terrazas mirando al parque del
oeste se columbraban las montañas nevadas del Guadarrama limpio y puro, como por
aquel entonces eran limpias y puras nuestras ilusiones, son légamo de olvido en
nuestros anales y en nuestras conciencias.
De aquellos amores perdidos, de aquellas
inseguridades manifiestas, hemos de dar cuenta al Justo Juez cuando nos
requiera a capítulo. Recuerdo la cara guapa siempre limpia y fresca de
Norberta, aunque por dentro tuviera bicho y me quería poco. Vivía en la calle
Goya el número no lo digo pero se correspondía con un guarismo triunfal en mi
existencia y una cifra que hizo cambiar el rumbo. Todo ella era un guarismo
sexual y yo, tonto de mí, sin darme cuenta, le regalaba las Rimas de
Bécquer. A ella lo que le gustaba era el 69. Nada de ripios ni de versos
platónicos y las posturas del Kamasutra, pero aquel amor platónico no fue más
que un beso negro. En casa a las diez.
Fumaba tabaco negro cigarrillos superlargos.
A mí me gustaban aquellos cigarrillos canarios y a mí me gustaba ella, pero fui
un amante tímido víctima de aquella mala educación sentimental que nos dieron
en mi época.
Entre
arrumacos y algún beso furtivo en el cine o paseando por el Retiro nos juramos
fidelidad. No “encentamos el pastel”, me decía sin acertar yo a entender el
lenguaje femenino pues cuando mujer dice que no es que sí.
Por tanto, nos consolábamos con el pensamiento
de que quedaban muchos días de longaniza porque a las novias se las respetaba
hasta el altar o al menos esa era la creencia. Era moda in diebus Illis
ir virgen al matrimonio.
-Piensa en cuantos cigarrillos nos quedan-me
decía- por fumar después de “eso”[1].
No me fumé ningún cigarrillo en tan augusta y
amorosa compañía, aparte de que ella había dejado de fumar treinta años atrás.
Es una historia larga que contar y algo
rocambolesca que para entenderla habría que acudir al romance de la pobre
Adela... una niña se ha muerto del mar de amores y tuvo la culpa Juan y la
Dolores[2]
¡Pobre Norberta! El recuerdo de aquel tabaco marca Goya me sabe a gloria y a
remordimientos. Porque al echar la vista atrás encuentro errores, pecados,
ofensas a mucha gente.
Volví a encontrarla el año 2009 en un
simposium sobre archivistica. Era profesora de inglés en Alcalá. Comimos juntos
y me contó la historia de su vida que se parecía a una novela de Chejov. Casó
con un labrador rico de su pueblo que murió electrocutado mientras manipulaba
una cosechadora.
Quedó sola y con tres hijos y con muchos
deseos de amar. Así que se apuntó a una agencia matrimonial donde contactó con
un asturiano del que se enamoró y aquel amor fue un amor trágico e ineluctable.
Se trataba de un pintor que la hizo su
amante. El individuo padre de nueve hijos con su legítima se encargó de sus
negocios, suplantó su firma y ella quedó arruinada y en la calle. También la
maltrataba pero nunca lo denunció.
¡Cuanto sufrí cuando me enteré de aquel lío!
pero cuando le pregunté a mi ex si seguía enamorada de Basilides que así se
llamaba el individuo, y me dijo que en parte sí aunque habían roto a despecho
de las palizas. Percibí un cierto masoquismo.
-Soy una adicta sexual.
-¿Tú?
-Sí yo. Aquella moza a la que tú ponías por
las nubes y escribías poemas rimbombantes como un caballero andante jurándome
amor eterno… tu Berta, como me llamabas con todo el cariño de que eras capaz.
-Pues vaya.
-Escribías poemas, me respetabas… esto para
después… no empecemos el pastel y lo que en verdad estábamos deseando era la
atracción de la carne. Esa trampa que nos tiende la naturaleza. Yo estaba
salvaje. Descubrí que lo más me gusta en esta vida es follar. Cuando quedé
viuda tuve una relación con un compañero de colegio. Le iba a visitar todos los
miércoles a su piso pero José Mari a veces fallaba y Basilides nunca dio
gatillazo. Así que me fui con él
.El alma de la mujer-repuse- es un pozo sin
fondo
-Yo era un pozo sin fondo pero en la cama.
¿Cómo lo ves? Ahora soy una mujer liberada. Una señora de mi tiempo y tú veo
que vives en el pasado. Mala cosa.
Mi Norberta no sólo se había alzado de patas
traseras sino que me estaba dando una lección magistral haciéndome quedar como
un mindundi. Un iluso. Trágame, tierra. El libro de cabecera de aquella mi
dulcinea durante estos años fue “The fucking machine” de un
californiano de cuyo nombre no me acuerdo, creo que era un tal Miller el que
escribió “Trópico Capicornio”... joder.
-Y yo que me creía que… Anda… mira la
mosquita muerta.
-Pues creías mal.
El asunto a la par de horrorizarme porque se
cayeron los palos del sombrajo me divertía. Norberta se había vuelto muy
devota, y decía que era vidente. Ahora lo que más le preocupaba no era el sexo
sino la salud. Llámela un par de veces por teléfono y fuimos juntos unos
cuantos domingos a San Ginés. Era la moza bien plantada y bien hecha que yo
conocí allá por el 68, dulce y atractiva cuando quería serlo. Se agarraba a mi
brazo y a mí me ilusionaba rozar aquellos senos poderosísimos. Eran las tetas
más grandes que había visto en mi vida y le habían aumentado con el paso de los
años y el amamantamiento de sus tres críos.
-Sabes que eres muy sexy.
-Ya te veo, Timoteo, pero no vayas por ahí.
Entramos a tomar un café en la calle Arenal y
en media hora que duró la charla bajó dos veces al mingitorio.
-Eres de fuelle flojo. Pero no te preocupes
ya a todos nos empiezan a gotear las cañerías.
-Sí. Me operaron de ovarios.
La vi muy preocupada casi angustiada por su
salud. Y era vidente pues me reveló aspectos secretos de mi vida que yo
desconocía. Después de aquel encuentro la telefoneé. Creo que estaba en un
hospital recauchutándose como ella diría en ese lenguaje castizo y poderoso,
aquel remango, que tenía Norberta para expresarse.
-No me llames más.
-¿Has vuelto con tu pareja?
-No te lo puedo decir.
Y aquí se acabó. Espero que Norberta siga en
este mundo vivita y coleando. Hoy cumpliría 68 tacos bien hermosos como estos
inigualables días de la primavera en Madrid. Espero que san Norberto aquel
santo alemán que luego de vivir una vida disipada como canónigo lectoral de
Magderburgo (1080-1134) se metió a monje y fundó a los Premonstratenses que es
una orden muy severa, guíe los pasos de mi antigua novia, vele por su salud e
interceda por este pecador de mí.
Fui un modorro toda mi vida que nunca acertó
a lidiar con las peculiaridades y con las cosas inauditas e inexplicables que
nos brinda la realidad. Por ejemplo, leyendo la vida de san Norberto quien vio
morir a un compañero de viaje a causa de una centella Martín Lutero sintió
vocación y se metió agustino. ¡Madre mía la que luego preparó!
Un caso parecido al tuyo, Norberta. Espero
que no hayas guardado rencor ni haberte servido como debieras… era mucho arroz
para un pollo y “yo quiero más y más, nunca sacio” me decías. Para de contar.
Nuestra relación hubiera sido el tormento de
las Danaides y hubiese acabado como el rosario de la aurora… en el divorcio, en
la lucha genérica. Nunca hundí mi rostro entre tus dos augustos senos de
matrona, no me fumé aquel cigarrillo tan apetitoso después de…, aunque de buena
me libré. Así y todo la vida es bella y gracias por aquel amor. El peregrino
pasa de largo. No se detiene a contemplar el paisaje ni se sienta sobre las
piedras del camino. Somos seres transitivos por más que muchos crean que son
intransitivos y a durar tantos años como las pilas Duracel. Cachonda historia. Eros es compañero
de viaje de Tanatos. La vida y la muerte cabalgan juntas en un mismo caballo
como Castor y Póllux los dos mellizos de la mitología. Ah, se me olvidó decir
que Norberta nació bajo el signo de Géminis la constelación con dos caras.
Puede que a aquella rapaza hoy toda una matrona de busto exuberante les gustase
contar “batallitas”