de mi libro QUO VADIS SPAIN EL GRECO PINTÓ LA MUSICA Y EL SONIDO SU ARTE ES SINFÓNICO
Greco: su pintura es música celeste
Si Velásquez, se dice, pintó el aire, el arte del Greco es música celeste y en sus cuadros se junta la tierra con el cielo. Abandono mi jolguín, dejo mi monasterio y marcho a Toledo. Lo difícil en el arte de Apeles no es el dibujo, es el manejo de los colores. Y España actualmente parece de color, volviendo la espalda a su glorioso pasado, se ha vuelto en un país neutro donde los chirridos radiales sustituyen a la polifonía de la España de otros tiempos. Me empapo del aire de Toledo y me emborracho de belleza traguillos buenos y no esa zupia que nos dan a beber en las noticias— andamos con la charrasca en la mano en plena campaña electoral insultos y palabras gruesas, menciones a la madre— nuestras radios y nuestros periódicos y no hay que pasar por alto que el Sánchez nieto de un militar fascista quiere exhumar el cadáver del hombre que a su abuelo le puso medallas en el pecho por la matanza de la plaza de Toros de Badajoz.
El Greco es nostalgia, belleza, ideal femenino, pintó siempre a una mujer doña Jerónima de las Cuevas quien debió de ser su amor platónico. De la vida de Domenicos Teutocopulos el divino se sabe poco y quizás por eso su arte está más cerca de Dios. Que era un griego cuya familia hubo de salir perseguida de Bizancio cuando el Turco se apoderó de Constantinopla. Que pasó su juventud en Italia y aprendió de Rafael y de Tiziano, que empezó como pintor de iconos en el Monte Athos. Su gran obra se fraguaría en España cuando Toledo era capital del imperio
Emigrante a aquella ciudad, habitó en la casa del rabino Samuel Levi, que anduvo en pleitos con los curas cicateros que no le pagaban sus cuadros y que tuvo un hijo que se llamaba Manuel el cual aparece de acólito en el entierro del Orgaz. Obra que data de 1586.
Sus retratos son un friso psicológico de las costumbres del carácter de los españoles de la edad dorada: el Caballero de la Mano en el Pecho, la Dama de Armiño, el cardenal Tavera, el Soplador. Opulencia litúrgica y amor a la tradición reflejan su pasión bizantina.
En el Greco triunfa la catolicidad esto es la universalidad en sus iridisaciones, en sus escorzos, y los movimientos ascensionales de su pintura. Todo siempre hacia arriba, sus rostros se alargan y transfiguran. Para entender al Greco hay que estudiar a mi profesor Camón Aznar al que conocí y tenía casa abierta en San Martin de Luiña concejo de Cudillero. Camon nos le describe como un pintor de eternidades. Su obra es una polifonía que apela a los sentidos. Sus cuadros huelen a rosas como en el entierro del conde Orgaz aquel caballero que pereció en una batalla contra los moros en 1346. Sus frailes franciscanos. Fue devoto de la orden seráfica, son una especie de teología humanizada que nos habla de la brevedad de las cosas humanas. Es conveniente entonces mirar para el cielo.