I
VILLEGUILLO UN
HIJO DE LA PIEDRA
ENTONA SUS LAMENTOS EN SEGOVIA (introito al libro Hispania Peccatrix que publico en esta bitácora por
entregas)
Yo,
Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y perseguido por pensar por mi cuenta
y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las cuarenta, he venido a
esta ciudad donde me nacieron y escuché entre el primer alhorre el vagido de
los bustos parlantes y de las rubias de bote que cuentan embustes, chocho
morenote, el gran pipote y por ahí de de andar el pireso que es piromano del
periodismo de acarreo un tal Jáuregui propalan infamias y dan a la historia
violentos retortijones, para purificarme en las aguas del Rasemir y del
Clamores, dos ríos mierderos que abrazan a la población amurallada ¿Busco el
agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de dudas al respecto. Mi vida ha sido
un fracaso pero he sobrevivido a mis naufragios y busco los pecios del amor del
barco del amor hundido en el proceloso mar de la vida. Suelen darme yuyos cada
cierto tiempo, me emborracho como un zapatero. Una mano me saca de los lóbregos
calabozos de Finsternis. La oscuridad me persigue. El oficio de tinieblas se
alarga demasiado pero Dios es clemente. Luego me arrepiento y lloro los pecados
de mi vida pasada. En uno de mis debacles alcohólicas arruiné mis dos
matrimonios. Pero surjo, me levanto como puedo, sacudo las sandalias del polvo
del camino y echo a andar hacia la piscina probática. Acudo a mi pueblo a
restañarme las heridas y a contar la historia de un amigo que acaba de cometer
suicidio. Yo vine al mundo en la Puerta del Socorro frente al Pinarillo y las
cuevas de los eremitas que hacían penitencia mirando para la airosa catedral,
al de la cárcava donde se alzan los estribos de la barbacana. Soy un mendigo de
la palabra cubierto de andrajos, mi piel en arumbeles taraceada de discursos
democráticos, frascas barras de bares copas de aguardiente, cantos del
urogallo. Ya no beberé más, apuré el cáliz. Yo sostengo que un funeral irlandés
es más alegre que una boda inglesa porque ladraba silogismos el bueno de Boecio
y Simón Estilita seguía en lo alto la columna. Días faustos de cerveza, amor y
vino y en las esquinas columnas mingitorias. En una ocasión tuve la dicha y la desvergüenza
de mear desde la torre del Daily Mirror como solía hacer su dueño el gran
magnate y creso israelita Robert Maxwell que no se llamaba así en realidad tenía
un nombre checo muy raro, hizo fortuna vendiendo café instantáneo a las
multitudes. El rey del café nos meaba a todos desde lo alto lanzaba
jaculatorias en yidish que decían de los placeres sin pecar mear y cagar. Había
llegado a lo alto a la plenitud del ser pero dicen que murió asesinado por
agentes del Mossad por una deuda que tenía contraída con la venta de su
rotativo que no quería endosar el estado de Israel le cogieron mientras exoneraba
su vejiga en su yate navegando por las Canarias. El rey del chocolate el rey
del porno Hefner Epstein el asaltacunas todos adscritos a la lascivia del judaísmo.
De tanto
empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales urinarios ardían en el
escozor de la ascitis. `pr la uromancia yo te conjuro beberás aguardiente de
olivo. Un día quise abrir una librería de lance en Canterbury pero el arzobispo
me dijo que no era buena idea. Un pub en Londres sería más rentable, hijo. Los
libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte que odia la verdad y el
consuelo derramó su copa de acibar sobre las páginas de los grandes textos. Quemaron
las novelas de los excelsos autores y a la hoguera fueron las enciclopedias y
los grandes tomos de paicología. Muerte a los filosofos. Venía con una tea los
seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre los campos y
las torres de las ciudades. Cave canem.
Cuidado con el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han
hecho periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento bellos palmitos
hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada de fealdades de mentiras
asesinas. El asno de Balaam rebuzna por las esquinas. Al gran jefe se le ha
puesto cara de trasera del trolebús... a face like the bus of a bus, decía mi
querido suegro mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a
llevarle crisantenos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba
Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex de cara
abullonado y fragil al mirarle yo me daba cuenta de que soy una escolopendra y
que mi mente es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués estaba en la sombra la
mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano pues la necromancia es
un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid. Alli viven españoles de
poca sustancia huespedes del Gran tornadizo que los inviernos van a la iglesia
no por devoción sino para calentarse en las estufas templos mixtilíneos donde
la Virgen se confunde con diosas de la antifuedad
Si los niños
callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los
microfonos las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso
y dejanto desolación. Busco en los recovequeos de mi existencia aquellas
corresponsalías en Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses un
angel caido en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros y
epigonos que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio
Suarez un falangista hijo de un médico de Dailiel al que los rojos fusilaron en
una uneta un dia de niebla de noviembrew a favor de la oscuridad y de la niebla
pudo huir y refugiarse en una alquería donde le lavaron las heridas y por
Somosierra se pasó. Era un hoven periodistas de flamante pluma al que sus jefes
enviaron como coresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aqyuella brillante
saga eñ mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le cupo la
gloria la gfracia y la desgracia de conar el holocausto o lo que sdicen
holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades
de toda la guerra pero el angle del mal
se surve de aquel incidente hustorico para acabar con el drama de la pasión del
Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en un flamante Volkswagen con
escolta de soldados alemanes. Y asistió a la destrucción del bello enclave
magiar que había sido sede europera de toda la judería y donde los judios
habían podido convivir con los cristianos sin fricciones. Las fortalezas
volantes norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la
cidad valia muy poco. Por unos pengos podías comprar un salvoconducto, una
mujer por una noche y tres bocadillos de salchichas. Que no me vengan con
historia. Yo cerré la tienda de aquellos proceres del periodismo en Nueva York.
Cuando el gran Filipo blandía `puños cerrados en Manhattan y amenazaba con emviarmps
a topdos a un campo de concetración o fusularnos. Tenía como adlatere a Maraña
que me insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba vitaminas, pero no
eran moscovitas. Venían criados a los pechos de las principales universidades
californianas
Ahora contemplo la magnifica visión amurallada
de Segovia desde la Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me
atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el
cementerio hebreo pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los
Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta
a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más
israelita que san Melqisedec cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y
ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a
contar la historia de mi amigo Manahén Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre
de los elegidos por lo menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos
españoles. También nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la
Troya. Debía de ser algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía
el Buscón y narraba a sus amigos las aventuras del Domine Cabra un segoviano
típico. Segovia "peccatrix"
pecadora y cicatera. ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe un tonto más.
Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos escupen las arras. Nací en
esta ciudad de acarreo, tierra de perailes, gente del bronce y de la hoja, y de
tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y frailes. La vida me hizo mostrarme escéptico de ciertas
solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy mala persona, creo,
hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy necio e inconsciente, iluso y algo
bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el clemente Zeus
tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las creencias, de todas las
religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que
Alcorán, el Candelabro y la Cruz se junten
pero todas ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo difícil porque la humanidad
acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en el Vaticano están
hechos unos zorros con eso de que obispos y cardenales sodomicen en sacristías
y confesionarios a los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo,
vagabundo segoviano, no renuncia al legado cristiano— demasiado
viejo para cambiar de religión—, sin perder de vista la tradición y el testimonio
de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el
fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos venimos, en todos
ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del Criador que es
polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los mortales. Que
enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al suelo sus mitras y
sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la vista a los cielos de
donde nos viene el resplandor de un dios más humanado. Zeus se convirtió en
Cristo. Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos avisa:
—No derramarás
sangre ni semen.
—Bah, eso de
la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a
lo alto del acueducto, mientras se trataba de beneficiar a la alcaldesa. A
Belcebú le vuelven loco un culo grande y unas buenas "domingas" por
otro nombre tetas.
—Pues si no
hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas fechas
de haber dado al traste con la unidad patria.
Me subi a la
alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para viajar al presente y
al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi teñido de sangre em esta ciudad pero
es así como se construye en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo
mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con
unas pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje
seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un
bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre
estaba escrito en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba colocando o a lo mejor se
estaba haciendo una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España
iba de cabeza. Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta.
Había vuelto glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a
España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la
desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues
eso, allí donde están las cloacas del poder.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones
a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza
el manto de oración y la tánica pretexta
de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos
años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que
me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y oprobios, sus carcajeos feminoides
con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas, chati? acabaron con mi paciencia
pero no seguí las enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de
dolor, nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De
qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos. Pero no te
sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de esta república
que mediante la bondad, la sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza
de la serpiente, colócate el manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al
cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón.
Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las
Vestales. "Sint lumbi vestri praecinti", ataos los machos para
defender la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que
me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede
que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de
haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante
en una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante
la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me
separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro
incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al darme de
cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la
ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia.
La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con
frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y flamear de
estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios,
honderos y la milicia de a caballo que acampaba en el páramo de San Medel aquel
anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses
en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a mis
plegarias que son un monólogo baldío. De la misma manera que yo acometo esta
tarea de poner negro sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi
personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se
juntó con malas compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos,
al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la
competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la
intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad
de que anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acordaos de mi Aderita y de
Auxenia Xeny (el mirlo blanco) la
miruella como yo la llamaba cuando
era un bebé. La hija de mi corazón a la cual de
mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué
vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que
dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las aparecidas
y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra los dioses familiares
presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en verso Es por
lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos de “Ab Urbe condita” Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de
Juvenal era la roca viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se
despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé
lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda
y biloca porque para mí no hay barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo
de Ra, la mano de Dios, que todo lo
toco y todo lo ve, émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a
veces haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma
de don Cleofás, uno y no más todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin,
como Barahona, Brañosera en Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas
de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar
con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don
Pablos que subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro,
rayano en el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en
la toza, que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban
podridas “porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando
los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque
lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa
en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una
bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas el culo:
─Tente que te
unto
De su boca
desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de
aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”.
La señora Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el
bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al
pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no hay
quien pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues tente que te unto.
Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema electoral que
padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los días de comicios
graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente que te unto. No rebullas
que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de andar derecho como una vela
y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los
cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente
que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos
a la estatua de la Virgen
María que posaba en el edículo principal del Acueducto mirando a
poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le escuché pronunciar
una homilía maldita:
─Tiremos abajo
a la Virgen Pura. Acabemos de
una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan
profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las
puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa
dijo:
─Os pasa por
judaizar. Ya sois míos
En la plazuela
del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos
marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones
(ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de
plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente,
estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo
evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió
la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo hizo esa profecía─ el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura
predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los
que tiraron a la Virgen
María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y entraron un
momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta,
era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron
ciegos de tostoncillo y le dieron tantos
besos al jarro que al salir se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el
buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta de
hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de siglo un deletéreo
afán de venganza Segovia ha dejado de ser cristiana, se ha convertido en Aelia
Capitolina. Al pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en
efigie, pero como era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la
asturiana y a las faldas de la griega la hija de la Federica no vaya a ser que metamos la pata
hijo no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos
los años la fiesta del Holocausto pues no quemó al escultor infame que le hizo
una estatua para ser quemada en las fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes
cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables
e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus
súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios
malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se
convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo Zapatones
había firmado las actas
─Parecéis oro
obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso
con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste
por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de
Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones
del emperador con su estandarte enhiesto y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el
barrio había sido arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de
Santa Bárbara que alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se
habían empleado a fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo
la de Teresa la conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio
con su capellán que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los
altares y lo bajaron no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor
divino:
─De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del buen rollito.
Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope pero aquellas voces venían del más allá, clara
advertencia al llegar a Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre
de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando
de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz del
radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de
decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la
carretera del empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé
el acelerador muerto de miedo y en la rotonda de Hontoria me topé con una
estantigua, una procesión lúgubre de resucitado. Un fraile fallecido hacía
quinientos años encabezaba el lúgubre cortejo. Cantaban responsos, kadishes y
lilailas y pude percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas
del Dies Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del
Viernes Santo. Las profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba
con paso firme hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la
instrucción los reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los
ojos no fuera a ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las
exclamaciones del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un
fantasma. Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no
reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy
instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley
Antigua, el dios justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la
blasfemia se abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y
apelan por sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos
de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo
y sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y
preteridos a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban
a los leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la
mayor parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de
"No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos
decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de
San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una
cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los
santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas
las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la
historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos
cruzados de Zion.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de
forma soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale
de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a
la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo
indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a
la Guardia Civil. Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color
de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte.
Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de
emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó
les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética
no se quedaron a gusto. Aparentemente
los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una
sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos
rusos, manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la
parva del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la del
Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de
vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus
ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo
hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto
en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros
paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos
dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en el que
sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias
convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los
judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y
es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos
cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el
viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas
cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por
el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado
con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante. Algunas
personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de difuntos cerca de
lo que ellos creían enterramientos de sus antepasados el antiguo cementerio
judío pero allí no había tal. Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas
excavadas en la roca caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que
hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista
era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de
la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de
las Catedrales. A la izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana
utilizado durante la edad media como fortín y más tarde como matadero municipal
aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario judío. Paz a los
muertos de Israel y a los que santificaron Su Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní. Españoles sois cristianos, clamad no
ceséis, gritad contra los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín
mediático. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.
Voló a la Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses oscuros
y empaparse de divinidad. Propendía por mi inclinación a los misterios órficos a
pronunciar vaticinios y en Roma oyó cantar el gallo muchas veces. Era los
“alectoria” o quiquiriquíes sagrados que alegraban los himnos de los flamines a
los dioses peanes los que se quedaron con nosotros, no esos dioses de los que
nos han hablado y no vimos nunca. El Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino.
Había que volver a las viejas costumbres y reencontrarse con las inefables
plegarias.
Los dioses
otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te unto. No te muevas,
estate quieto. Yo me hice transparente esto es un espíritu puro cuerpo de ángel
no sujeto a los imperativos de la biología ni hambre ni sed ni sexo ni
actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento circunvolar los
espacios siderales explorando otros planetas sin necesidad de esa materia
pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar. La transparencia
era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el espacio algo así como
la explicación concepcionista que da el Astete para explicar el milagro de la
inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo atravesó como un
rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los anales de
Tito Livio y la historia romana no
guardaban para mí misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las escalinatas del Capitolio,
palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y andábatas que peleaban en
el circo. Uno a la sazón muy famoso, Silvinus Crassus el bretón, me honraba con
su amistad y le acompañaba yo con su escolta por las hosterías y tabernas
romanas. Era Silvino un atleta de profundas convicciones religiosas, y temeroso
de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su tabuco tenía lámparas
encendidas a los todopoderosos familiares quiero decir los de su tierra: a
Epona diosa de la caballería gala, a Sucellus, Dispater, el dios que golpea con
el mazo, a Cerunnus padre de los bosques al que la imaginería popular
representa colgado de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn de los “picti”
escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daba culto a la trinidad en el
tríptico de las Matres la triada del padre, la madre y el hijo padre creador
del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en el vientre de la diosa Ceres.
Velas encendidas eran la llama perenne a estas deidades incógnitas; como le
preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador confiase en la
fuerza de los dioses más que en la virtud de sus músculos Silvinus Crassus me
dio esta respuesta:
—Ellos son mi
fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle la cabeza a un
toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer correr a los leones. Mañana
son las lupercales y yo concurro, vendrás a ver cómo lucho contra el diablo,
amigo.
Prometí acudir
sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto que había pasado a
manera de talismán por la piedra de Juvenal en la muralla de Segovia frente a
la casa que me vio nacer, pero prioritariamente estuve contemplando a aquellos
seres míticos cuya imagen había estampado un imaginero cretense amigo del
gladiador en un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que
arrastraban al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón
jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una vestal. Zeus y Anfión
hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo aflorando el tema trinitario que
acoplaron los cristianos a su religión). Bulleron cabalgaba a lomos de Pegaso
el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos enormes alas que
pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a la Quimera, el monstruo fabuloso. San Jorge mató
el dragón. Dédalo en su laberinto encontró a Ícaro que le enseñó a volar. Teseo
acabó con la vida del mino tauro. Edipo hacía preguntas a la esfinge. Policlines
campeaba en la arena luchando desenvainada la espada con su hermano Atocles,
los dos eran hijos de Edipo. Completaban el friso las grandes diosas de Roma:
Ceres, Prosperina, Baco y el dios Pan, Tirso con su vara Ariadna en la
confusión del ovillo, Sátiro que fuerza doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio,
Sileno, Narciso, el Atlas de san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y
Favonio dioses de los violentos y de las aguas. Hebe es la diosa de la juventud.
Todas estas deidades empezaron a parecerme razonables como exponentes de los
vicios y virtudes de la pasión de vivir. Eran divinidades superiores pero con
encarnadura humana. Los retores filsofaban en el foro sobre la esencia de las
cosas, el origen de la vida, las propiedades de las plantas. Ni Platón ni Aristóteles
ni Seneca tenían en sus dominios la clave de todo esto que nos envuelve. Del
bosque llegaban los alaridos de los scutia, eneas Vilicus tenía la mala
costumbre de correr a latigazos por el bosque a sus esclavas. Roma se divertía
con sus juegos seculares. Los 135 días de circo se marcaban en el calendario
(magni joci, juegos magnos)
MI
AMIGO GUMERSINDO ARIJE
A Arije me lo encuentro todos los días
yendo y viniendo por los bulevares de la
Reina Madre allí donde hay una clínica que fue hospital de sangre para
todos los soldaditos de nuestras guerras africanas. Aparece en imagen una
enfermera de bronce que atiende compasiva a un cabo de infantería, herido de
bala, abierta la sahariana con los ojos turnios agonizantes. Del pecho se escapa
un chorro de sangre. Mi amigo quedaba conmovido al contemplar la estatua. Tarde
de mayo dolor de España horas sin amor. Auras de juventud. Esta zona de la
capital me recuerda los tiempos de estudiante, la parada del F, el autobús que
nos llevaba a la facultad, casa de ladrillo rojo. El cobrador era un gallego
rubio uniforme gris como de presidiario y una visera-bonete con un guarismo de
registro, por cima de la visera, picaba con gesto indolente los pases que eran
veinte números desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre un cartón
blanco. Se sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa municipal o
en cualquier estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. el trolebús arrancaba. No va más. Billetes por
favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía yo todos los miércoles al bajar a
la clase de prima cuando tocaba latín con el profesor Mariner, un catalán
clásico emblema de la sabiduría y perfil romano. Aparecía sentado en su telonio
como un buda mirando alegremente para la juventud divino tesoro que nunca
vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja concepcionista que arrimaba el culo
arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el material. Hambre sexual de los
sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba del placer que suponía a los
milicianos invadir los conventos y forzar a la madre superiora. Muchas daban
gracias al cielo sin importarles mucho ser mártires victimas de las sacrílegas
turbas. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde había un cine
grande en que veíamos películas de espías alemanes y un bailongo en los bajos.
Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del primer piso y se la veía muchas
tardes mirando por la cristalería del ventanal mostrando sus torneadas rodillas
de rolliza manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal.
Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción “fumando espero”. Por las noches
en las campas circulaban por los solares del Canalillo mujercillas de virtud
incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós. Una paja una peseta;
un polvo con goma un duro. Frenética
actividad meretriz se condensaba en la trasera del Gran Hospital cuando los
amaneceres sabían a leche condensada. Y es que Eros y Tanatos son Castor y
Póllux subidos al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro
y a lo mejor el tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en
África.
Él vendrá a separar a los
buenos y a los malos. Apacentará a sus fieles corderos y derramará la sangre de
los cabrones y cabritos. Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las
pascuas nochebuena tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo Arije mis
prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de levigar
aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud. He oído las
palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba mirando al firmamento
"Satis est vixisse" y así
subió a los cielos. Los viejos de la Inter no creen en esta frase
porque lo único que les preocupa es llegar a los cien años a fuerza de hierbas
cordiales y de visitas a los galenos matasanos. Mejor no ir porque te mira el
Esteban y te dice que tienes un cáncer y hay que contestarle " sea lo que
Dios quiera. Viva la gallina con su pepita". Quieren acabar con los
septuagenarios de la patria. Roban en el banco, les copian las tarjetas. el
latrocinio y la protervia habita entre nosotros. Veo la cara alargada, de
espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte que mira para los pacientes
con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos solitarios con la oreja pegada a
la radio de la Inter en un furor encaramado
angustiados por tener vida larga. Cimbel y zumbel de las tardes sarcásticas sin
amor el cuerpo doliente huyendo de ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador
cazado solo a vueltas con mi conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de
manga a la red, me entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración,
arrepentimiento y esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín con algo del
rito ambrosiano y muzárabe. En contrapartida la mejor liturgia es la polifónica
rusa. Internet me sirvió de alfombra mágica para ir a la misa de Nochebuena en
el Kremlin que ya es decir pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo
la misa de pascua.
Tengo fuertes palpitaciones y las negras ideas
se apodaran de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los malos
pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos, remuerde por
los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es la loca de la casa.
▬¿Viste el espich que nos largó don Felipe?
▬No me dio la gana. Al verle tan insulso y tan poco espíritu se
me atragantó el turrón. Para mí el único rey que vale es el la baraja. la
monarquía viene del mono y en España siempre tuvimos a los borbones una desgracia
simiesca. Borrón y cuenta nueva.
Crecen los días y suenan
por algún rincón del cielo rondas sanabresas, canciones toresanas, ataruxos
galaicos, espantadazas del paloteo vasco, cobras catalanas y tamboreadas
navarras al son del chistu, juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una
visión muy folklórica y así le iba. Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las
maniobras en la red de la incomunicación digital la gente enviando guasaps
dándole al dedito a mogollón. Todos dicen que el diablo no canta aunque sabe
mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de dos filos y de los sermones
del padre Ricci, el que destapó la olla de la tapa de los infiernos y allí
vivimos cómo se cocían una recella de obispos y pontífices máximos traían en la
mano un libro del Dante. Satanás los pinchaba con un gario de cuatro dientes en
las posaderas. Iban desnudos pero se conocía que no les había dado tiempo a
quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por las calderas de Pedro Botero
eran un auto lardivo.
▬No puede ser
▬Porque tú lo digas
En el altar mayor de la
catedral de Luzbel que es una zahúrda de Plutón▬ el infierno es una casa de acogida ▬alcancé a ver yo a un
mitrado muy albardado de casullas, roquetes y manipulos que daba la bienvenida
a los colegas recién llegados con una plática en la cual les decía que estaban
en la casa donde no se come ni se bebe y de donde no se sale nunca. La cueva de
los castigos infernales estaba debajo de una gran acacia que crecía en el
bulevar. Santi de vez en cuando les bajaba un bocadillo con carne de serpiente
y cañas de aceite de ricino ración de patatas bravas envenenadas, arenques y
pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba
también como la madre lo parió pero ostentando la tonsura y la cogulla sobre un
sillón de nogal aforrado de guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos
de la barba. Decía ay de mí en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el
Bosco en uno de sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección
de los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su número era
superado por el de los abogados y los rábulas espolistas en pelo malo. La leva
de políticos era tan larga que ni te cuento: Trump con su trompa elefantina
diciendo que aquella noche era la navidad y no se iría de picos pardos, la
Merkel
en minifalda, Máchele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor
de mayo que devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el padre de
la masonería europea tocado de yamulka y enseñando las filacterias de rabino
bajo el traje sastre, Rajoy mirando para el tendido en la silla de don Tancredo
fumando espero, Putin como un zar de la kagebé montando a caballo y disparando
misiles, Netanyahu con cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la
costanera y abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal
ostiario, Berlusconi con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio
y no sigo la lista porque la perversidad infinita se había apoderado de los
dirigentes del globo terráqueo. A las soflamas de los diablos y a los palos
respondían los condenados con frases hechas:
▬Con tanto malvado como hay
en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí. Estamos hartos de penar y sufrir.
Al grito de auxilio acudía
el infernal demandadero y les daba la vuelta a la parrilla para que se torrasen
un poco más como san Lorenzo.
No había en el infierno
aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni se mea ni se caga, todo es penar
y crujir de dientes, y para siempre. Para siempre. en medio de esta algarabía
de voces y gritos y blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde
cocían sus cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. la atmósfera era
salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta se
apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia cumpliendo las
órdenes de Lucifer de manera implacable. en aquella alcaicería del furor los
que gritaban fueron sepultados en una montaña de cal viva:
▬ ¿No estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre? ¿No pedimos confesión en
la hora de la muerte? ▬ lloraba un cardenal de la
curia el proxeneta que dio protección a Raspín aquel extremeño que arrimaba las
putas al colegio cardenalicio?
▬Penen los rufianes y tengan su merecido.
A las quejas del purpurado
respondió el gran esbirro con un tizonazo en sus partes pudendas donde tanto
duele.
Atollite portas antiquas
abran la cancela pero las puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad
santa había sido bombardeada por tres misiles nucleares. me quedé pasmado ante
aquel cuadro de destrucción masiva. Alligieri Dante me señaló a res prelados de
blanco que la impostura glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la
gehena. Eran Pablo, Juan y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto
pasmado de las blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la tasca Julifer
también lo llamaban el Bar la Puñalada el lugar donde y acudí
displicente a la hora del café probo funcionario de un cuerpo a extinguir por la
Constitución bajaba con los refrescos para refrescar a los sedientos
praditos con frascas de vino perronero que los españoles juramos en Santa Gadea
acariciando la pata del Cid Dios que buen vasallo si hubiese buen señor
nuestras mesnadas fueron traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la
gaita por Punta Umbría era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se
acercaba siniestro a los montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y varadero
del mar de maldades era aquel aposento que yo columbraba.
▬¿Qué dices Etsi?
▬Yo no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me dejaste
abandonada para irte con otra.
Le dije que había navegado
en galeras remando contracorriente con toda la canalla de un barco que iba a
ninguna parte y ahora me esperaba aquella tronera porque de seguro que yo
también era un malvado al que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en
vida me esperaba otro en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se
come ni se bebe ni se caga ni se mea durante toda una eternidad. Sicio. Tengo
sed. Un verdugo mojó mis labios con esponja de vinagre y el Santi diome a beber un potingue de cerveza
calamocha mezclada con zumo de rabo de culebra.
▬No es justo ▬lamentabase Gumersindo
Manahén Arije ▬ que en las zahúrdas de
Plutón nos den carena. Don Francisco de Quevedo el profeta lo había
pronosticado. él tuvo también esta visión. Se ha torcido mi destino cual tibia
de alcazuz que cruje entre las mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel
instante un sacre altanero que se desbandó vino a posar sobre la copa de uno de
los tilos de la avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de
autobuses urbanas. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas
mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias por el
bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba el ojo. Ellos a
lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y pipas que tiraban las niñeras
cortejadas sobre los bancos por militares sin graduación. Un cabo de la
Base Mixta se arrancó con una copla: "La viuda rica que con un ojo
llora y otro repica, la hija recogida y nunca consentida porque del ocio nace
el negocio".
Gumersindo odiaba a las
palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la ciudad con sus
deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las bostas de palomizo y
perrizo porque la población canina igualaba casi en número a los siete millones
de habitantes que tenía Madrid
La escena del cabo moribundo de bronce en
manos de la enfermera me recordaba a mis compañeros del tabor de regulares
cando serví a la patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía
muy ufano de haber hecho la mili en regulares y cantar por lo bajini aquello de
soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y orgulloso de haber
sentado plaza en él. Florence Nightingale habita entre nosotros y si no hubiese
sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas
de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto solos como los perros
en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de
valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la coruja en
la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis pasos a desandar lo
andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la memoria empieza a moverse sobre el
firme del bulevar. Camino solo ladera abajo con mis pesadumbres. No es que
quiera mucho a los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos.
Respeto sus lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de
cargar las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco a los musulmanes y ellos creo que
me conocen a mí pero ni tanto ni tan calvo. No lo puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el nombre de
dios pero la biblia es un libro de hazañas bélicas con resabios porno y yo
marcho a rebalgas perseguido por mi sombra por Reina Victoria. Debo parecer un
paracaidista inglés desfilando por Buckingham Palace en la parada del Trooping of the Colour. El día del santo
de la reina que acontece en London en el bello día de junio. Me dicen los
ingleses que, como su Majestad le da que se las pela al zumo destilado del
enebro con gaseosa, no se le acabará el carrete en mucho tiempo. La reina madre
vivió 102 y ella puede que se plante en los 115. Así que el heredero, al que
llaman el Orejas, el que soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño qué
metáfora) de doña Camila la mujer del alabardero, para verla más de cerca, lo
tiene claro.
Tengo una gran colección de arabismos que
exornan (palabras que empiezan con el artículo al) nuestros diccionarios pero
de niño sobre la cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de
Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago Matamoros
alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del
caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me
impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural
quiso que fueran negros o medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan
con las barbas y melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso
fue patrón de los godos durante siglos
hasta que llegó la monja andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo
le costó a Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San
Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que defendían a
santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso,
al grito de Santiago cierra España. Estábamos trazando rayas en el aire,
queríamos arar surcos en la mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva,
por eso somos un país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las
veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser precisamente la que
me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí, deseando ser traspasada por el rayo
místico. Quiero que me penetren. Voglio
una donna.
Apañados y apretujados íbamos aquellos
estudiantes sardinas en lata del futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco
de Santiago. Por estos tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se
dan a la fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo por lo menos le prefiero a la
Mística Doctora que, según revelan ciertos documentos, se
acostaba con el padre Gracián. Así que aun entonces ya yo bajaba letra herido
por la cuesta de Reina Victoria, sin saber qué hacer, por dónde tirar,
inhalando el humo salutífero de mi cachimba, fracasado de mujeres, barruntando
cielos color mortal y rosa y el odio católico de los neos, enfrascado en tan
tristes pensamientos, acordándome de la
Reina Madre que vivió más de cien años dándole al gintonic. La madre que
la parió. Chinchín. Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga
los años. Es el antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se amasa con
la harina del trigo trujillo. Aquí cada cual propende a llevar el agua a su
molino y dejar seco el de su vecino y habla despacín no nos oya el mío vecin que diz en la
Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas. Que allá darás rayo en
ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque cuando Dios lo quiere,
todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon la rueca en el humero. Pedrada
cantada, nunca ganada. El que calla piedras apaña. Piedra sin agua no aguza en
la fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y metimos un ratón papal en
nuestro granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen vuelta. Al
buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo
vosté al puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi
personaje un consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London
mientras esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy grande.
La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá comprado
en a almoneda de Fulham Road cerca del campo de futbol del Chelsea. Se paseaba
por la acera de los jardines de Roland la sombra del fantasma del conde Kelly.
Aquel amor lo desbarató la iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta de la
iglesia, se fue con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el refugio de
las decepciones del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban los
arrimaderos. Era un aficionado a la paremiología. El ojo del amo puede que
engorde al caballo. Carbón y leña no la compres cuando hiela. Cuando la
Calatos
vino a verle al piso en su algorín de South Kensington nevaba. Apagose el tizón
pero todavía no parece el que lo encendió. Dio la piedra en el canto y mal para
el cántaro. De tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo
se le quebró y vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz solemne
de barítono dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que
Zamora no se gana en una hora. “Yo soy casada gilipuertas”.
El Santi se descojonaba. La
Leo
no le hacía caso pero había una vinotera al lado, para su consuelo; compraba
dos botellas y se las chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la
floristería abandonada. El vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la
cárcel. Su chiscón abandonado era el refugio nocturno de los vagabundos del
Este que trampeaban por la avenida. Que al as de oros no lo juegan bobos. La
floristería era una vecera de cerdos humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi
copo. No hay bronce que años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay
mañana. Leña de romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y
huerto y un hogar do calentar las posaderas, el sueño del pícaro y del rufián. Todos
vamos a donde dan. Campanas de mi aldea tilín tilán. Aldeana es la gallina pero
comenla en Sevilla y viva la gallina con su pepita. Dentro de la concha está la
perla para quien sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen
cuñas aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal barbado
que porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo más conspicuo: la
barba en parroquias como el Coletas), al loco y al aire calle. La sangre se
hereda y el vicio se apega. Soplar y sorber juntos no puede ser. Me deslizaba
al esconce de la floristería después de estas subidas y bajadas, ▬cuando perdía el último autobús
a causa de su afición al pimple y no podía regresar a su hogar, así que quedaba
a dormir en la leonera de los vagabundos▬ por los colmados alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los
días que atardecía sereno tomaba el 623 y se refugiaba en su casa, aquel
chiscón que había comprado con sus ahorros en Majadahonda. Seguía escribiendo
al dictado de la botella porque para él la escritura era una purificación una
catarsis para un tiempo en el cual la poesía había muerto. Quien bestia va a
Roma de allá bestia torna. En el camino a muchos se les estropee el botijo,
digo la sítula. Luego vienen los grandes pecados capitales de nuestro pueblo:
ira, gula, lujuria, soberbia, homicidios, omecillos, robos, desfalcos, temeridades,
contumelia, bandos, disensiones, mecachis en la mar. Acaso el proel de los
vicios sea la protervia que la soberbia reconcentrada y la obstinación en el
mal son licencias que marchan delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De
la cantidad de nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con
cabeza pequeña tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera craso
intelecto y yo estoy demasiado gordo, padezco de crasitud mórbida. Así, como
los naranjos que portan poca médula y cáscara canteruda, me aflije a mi la mucha
cáscara y escaso pipo, debe de ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y
todas las mujeres que he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije”.
mi amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo mismo, tú vales mucho,
chico, lo que ocurre es que te minusvalora y por eso echaste tu vida a rodar. A
Manahén le gusta dar coba. Aunque el poder cognoscitivo de las potencias del
alma acaso se mayor de lo que se cree. Son poderosos los mastines con carlanca
y olfatean el aire los podencos, eso me pasa a mí cuando veo a una persona por
primera vez que le calo y sé de qué va y por donde va a salir.
En el Kiss bailaba la bacante Micaela.
Había algo divino, un halo superior en aquella negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color ébano
pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la lengua y le hacía
pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo salía renovado de aquel
cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la Ballesta. En Gran Vía un argelino me
quitó la cartera y anduve tiempos metido en pleitos de la mano de rábulas
vocingleros extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises eran
negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre cazan
ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son los cuatro espíritus
vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix, Conmotrix y Expultrix.
Según Roma, la tribulación aguza la
inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a los humanos. Para los
talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el mundo.
Estaba Santi el del Julifer, el bar de la
esquina, hecho un brazo de mar en su telonio despachando cañas de cerveza y
mirando de reojo. Zamora no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre.
Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia
civil franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga estoy
jubilata soy un cabo pieza al que se le jodio el goniómetro y el Santi que
aquel día se había levantado con el pie torcido se cachondeaba de mí ante el
secreta. Además repuse lo cerraron desde que mataron a Manolo Cantalejano. Creo
que fue la mafia rusa y Santi corroboró:
—Je a éste cualquier día le colocamos las pulseras y lo llevamos a la comandancia.
Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El Santi era un suma y sigue de su hermanan
Leonor a la cual le gustaba faltarme al respeto cuando subía a tomar café de
las mañanas del tiempo que se fue. Por sus interferencias la hubiese dado yo
una en los morros pero no valía la pena. Hay que resistir cuando la gente pide
bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era de la
Benemérita “paso corto, vista larga; ojo al cristo que es de plata y
ojos de halcón diente de lobo y hacerse el bobo”. Leonor era una verdadera
Euménide. Yo me pregunto qué es lo que habré hecho yo pobre funcionario sin
mando en plaza, marinero de tercera para caer mal a la gente. Debe de ser mi
gordura mórbida que les asusta pero de mozo cuando vivía en London era cenceño,
tenía buena facha, me acostaba con mujeres que no eran de pago, y feliz. En el
Kiss una sacerdotisa de Venus echaba las
cartas, dominaba la guija, vaticinaba el porvenir como la mejor veedora de
Galicia aunque ella era andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes
mágicas en el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la
curia, hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y sexual:
— Tú tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién yo?
—Sí, tú. No te hagas el longuis
—¿Por qué?
▬Buscas el trato torpe con mujeres públicas. Eres
algo seductor y encantador de serpientes pero insensible al dolor ajeno. Hundes
tus fauces en el légamo del egoísmo. Tienes los pies planos y me da que eres
algo impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue corroborado por el
sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes
El camarero sanabrés pronunciaba su diagnóstico
de manera contundente. Seguramente había leído a Freud. No. Eso imposible:
Santi era de los que jamás han leído un libro. Esos españoles que pertenecen a
un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de vanidades. Me quedé
de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas, mala cosa. Pero
nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La
Leo
nos miraba desde el alguarín de sus premisas una cocina de metro cuadrado,
verdadero banderín de enganche de potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y
empezó a decir sandeces y blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi
camisa santo dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No
merece perder el tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute
con los jubilados, me guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
— Calma no hagas caso a esa bruja.
Pese a las impertinencias y humillaciones,
estaba yo allí todos los días a la hora el cafetín. Me atraía el abismo.
Templanza. Moderación. Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un
par de hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar
tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi llevaba razón: yo,
arrastrado de mis malas inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de convertirme
en un asesino en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque me daban
ganas de vomitar y después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho morenote
esa lozana andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la verborrea
de los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía
un gobierno de corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país estaba
envenenado por la política que torna a los hombres tristes y rencorosos Por las
noches se me acercaban los vampiros y creía entrar a bueyes volando por mi
dormitorio. Alguien soltaba el buho que revoloteaba por la camarilla. Graznaba
la lechuza en una rama del árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto
de taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de Julito y
Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los dos socios que
montaron el chiringuito) para que la Leonor me escupiese exabruptos y
su hermano me preguntase con un aire místico si me pasaba por el Kiss.
Templanza. Moderación, restricción, recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la
peonza. El zumbel de mi vida daba vuelta y vueltas. Se desplazaba en círculo y
la mecha se le iba diluyendo hasta que sonaba el cimbel del convento de las
Clarisas a la hora de vísperas. El impulso cinético concluido, el trompo
quedaba tendido panza arriba como el cadáver de un ahogado sobre el enlosado
del bulevar. Así que cimbel y zumbel es lo que soy ya digo. No había matado a
mi mujer pero no sería por falta de ganas sino porque ya iba para mayor y me
fallaban las fuerzas. Las daifas del Kiss también se reían de mí. Lo mejor en
esta vida no es el amor mercenario sino compartir el secreto de la botella de
Erifos. Vaya usted por la sombra y no se le ocurra escalar algunas de las
brancas del crecal que es árbol sagrado. Que hay moros en la costa y centinelas
apostados entre los merlones y almenas de la muralla de Niebla que es la más
importante de Andalus. Con que ya me dirás Ruibrás. El zumbel tornaba movido
por la fuerza centrifuga de la cuerda a compás de los tiempos de la gran zurra.
Había que ahogar las crisis de fe en la caneca de aguardiente y reírse de la opulencia
de las cosas nuevas de las gentes que van en el metro mirando para la consola
de su móvil y meneando con agilidad el dedito de la comunicación virtual que se
mide en baremos de incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que
llevan a las masas a la fantasmagoría de las redes que son las nuevas arpías de
los capiteles románicos donde todo está dicho y augurado. Se nos aparecen los
monstruos de dos cabezas y la mona que se muestra impúdica ostentando la gran
vagina de la mandorla mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya
lo sabían los constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban vacías
pero las santas pobres mujeres seguían acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El
niño de la Exuperia.
▬¿A causa de la tos ferina?
▬Paez que sí
Llevaba el féretro un carro tirado por un
tronco de corceles blancos y a Arije que caminaba detrás del cura portando la
cruz alzada y cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban
trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras tanto, los narcopoetas escanciaban
yámbicos blancos y las poetisas se llamaban poetas desde que se popularizaron
los versos perroneros de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del
orgullo vaginal. rNo somos
poetisas que nos llamen poetas. Hay que ver estos de la involución feminista en
qué tonterías se fijan llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar
la vida. Yo quise entonces cambiar el mundo mediante la palabra pero no pudo
ser. Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis súplicas. En
España escribir es un vicio y yo no era más que una pobre flor de jara, un hijo
de la lluvia. El arcipreste Julito y el padre Eguillor que se torra en los
infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije, tú nunca entrarás n el paraíso. Mala
suerte, chaval. Te salió el esteatoma. Y un zaratán en los pies es para las
ocasiones. Creciste en un mundo sin amor.
A pesar de todo fui por el mundo anunciando
nuevas y contando cosas, navegando por mares de envidia y mediocridad. No
entendían mi lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio temporum latina y ellos, pagados de si mismos, se creían
los reyes del mango pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador,
verdaderos “maqueraux” de los portavoces
profanadores del lenguaje de la comunicación, butanitismo informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en
Stalingrado y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos
comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la ultratumba.
Escucho los tambores que anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y
todos los que cayeron en aquel terrible mes de enero e 1943. Nuestro futuro se
derrumbó entonces y vamos muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo llegaría
un día de venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa
anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás sobre el áspid
y el basilisco, romperás los eslabones de las cadenas que te ataron. La nieve y
la escarcha (Imbert et nix) pasarán
pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura nos largará una
estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los cerrojos que se abren y
cierran en libertad. Los mueve una mano invisible. Ecos que se grabaron en la
piedra de los castillos y matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi
infancia. La piedra guarda los mensajes crípticos. Son ondas del más allá.
Haplología cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad que
guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes: justicia,
fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la continencia, la modestia
y la abstinencia que proporcionan alegría al mal y al cuerpo buen banzo son las
virtudes más importantes. Son sus contrarios el hambre, la peste y la guerra
los más destructivos. Después como todo se renueva florece un tiempo distinto
ex novo el abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son crucificados
porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose tras el carro
triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del Becerro de Oro.
También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de teloneros, de
periodistas comprados, y de abogadotes rábulas
picapleitos. Los globos se desinflan y se estrellan contra el asfalto del Paseo
de la Castellana en medio del estruendo de
palabras altisonantes altoparlantes: democracia, solidaridad, feminismo, sexo y
café para todos, globalismo, derechos humanos, lucha de género que ha venido a
sustituir a la lucha de clases, el euro, la
Merkel,
Donald Trump, la Maritere inglesa. una verdadera
muta lobuna marcando el paso de los globales. Y de apoltronados en Bruselas. Ya
no hay propiedad privada la gran aspiración de las clases medias merced a la
corrupción sistemática de los partidos políticos que operan bajo la fórmula de
“I will buy you out”. Somos unos
vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate y jactancia en este
mundo sometido a la dictadura del dinero, el hedonismo y la fuerza bruta que es
la fuerza de la masa. Nos dan gato por libre cantidad por calidad y eso sí
grandes superficies y Black Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una
almáciga de mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean
más corruptibles y manejables
Una cuadrilla de negros en un banco en mitad
el bulevar recién desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían
mandado para acá estaban sentados sin trabajo.
Iban pululando de acá para allá y robaban carteras a los borrachos
mientras dormían descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema
zupia calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo menos
ocho- ocupaban un banco municipal. No tenían currele y estaban de brazos caídos
porque esto no era lo que les habían dicho: esto es el paraíso.
— Venimos a España a que nos mantengan. No
vamos a pegar golpe.
Acababan de aterrizar en Madrid como aquel
que dice pero después de la patera ¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o
hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues ninguna lástima te han de dar, Arije
— solía decir mi novia Etsi
En
ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo migratorio. Me
daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce de razas y empalme de
fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta con las abotagados rostros
ecuatorianos de piel cobriza que parecen mismamente corchos de botella con
perdón pues así tienen el talle y cara de buenas personas casi todos estos
ecuatorianos inditos que a mí no me molestan. Madrid ya no es rompeolas de las
españas sino el abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o
bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero esto ya no
puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer, únete a ellos, sálvese
el que pueda. A la España de mis amores no lo
conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes transandinos y
subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de perder nuestra identidad
pero nada podemos hacer.
Entré en el bar Tera. Zamora no se gana en
una hora. La Leonor estaba de muy mala leche.
Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que Domingo y Santi los
camareros. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá donde el Duero se
va a cantar fados a Portugal. Hablan
medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del frontón de la
gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos cantares de la
ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis dos buenas
botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar el quien dirá que no son
cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los restoranes familiares que a
mí me van: plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque ya van quedando
menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí
y otro no, cocido maragato con su compango,
chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den
todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba
cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una
mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las sillas
parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado que
come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había detectado
algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres gafe todo se
soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han
llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos
sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a
ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es muy
habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a la parienta. No
te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con dinero Baden-
Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos macarrón o
esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son dos días y déjame
de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes
mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi comensal era victima
de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los italianos denominan la jettatura. Deja de ser el hilo conductor
de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas del mundo, domínate a ti
mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso instante en que uno se
zampa un cocido de garbanzos y mientras Domingo bajaba por la escalera de
caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare pero yo soy capaz de hacer las dos cosas
a la vez. A Alfredo Mirlo se le había muerto su mujer Brontea haría un par de
meses y a la legua se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar
solos porque le falla una cromosoma de la falta de emotividad. El buey suelto
bien se lama. Había sido un marido dominante y posesivo que había dado mala
vida a su señora y si no la tuvo atada a la pata la cama allá que se iba pero
ahora todo eran lagrimas duelos y quebrantos por ella. Como Brontea malparió
una hija le nació tonta y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico.
Esa era otra. Pero ¿tu eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas
terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le había escuchado llamarme por
mi nombre pero aquella vez su llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en
su inflexión ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y
luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del zamorano cada uno de
los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por la
izquierda. Cuídate y no te apures. Todo
eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe,
te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se cura... y. Tocó madera.
Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con la mano
izquierda. Estoy seguro de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como
si en el alma me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo
mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es la raíz
del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una hermana que
había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en el cuello y
se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de
la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una
Arije. Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides la
vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata
y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita.
No tenemos mucha suerte los de la familia.
Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de
otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para
tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco partido a la
vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que otra si se tercia y
sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he fumado lo mejor de Vuelta abajo
me he bebido cubetes enteros de Vega Sicilia. He amado la literatura profesión
que nos inmortaliza y no fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas
de nosotros aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos
siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos para cuando
sople el viento de perdición que extinga la llama de todos los cirios. Otros
tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la vida destellando rayos lumínicos.
¿Será eso por lo que el profeta nos define como Vas electionis? ¿Será eso por
lo que me pusieron al nacer Baruj?
Y entretenido en estos pensamientos
místicos deambuló por la ciudad. La Avenida de la reina Madre le condujo
hasta un barrio lejano que casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos. Es un Madrid que me daba cien
patadas sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una parrafada
que parece un chotis y muy enviserados y chulaponas se van a bailar a la
Verbena
de la Paloma sobre un lauril en “La
Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por
Ramón es un pufo que la etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho
Madrid. Es como arrancarse por peteneras y darle una buena soba a Yoquecojones
Nesti para los amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva
visera de los de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral. Pero lo
perdonó. “ese seguro que reventará cualquier día como el lagarto de Jaén sin
que nadie le siente las costuras y le haya partido la boca por mentar a mi
madre, que se muera. Madrid era una ciudad fantasma. Quebraban albores. En el
Paseo del Prado al bueno de Baruj el peripatético le salieron unas damas al
encuentro hablando en suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas
ellas vestida de blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta
pregunta:
— Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno, bueno niñas qué cosas tenéis.
Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero cuanto más les amonestaba mas se le
arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera. Estas prendas vienen por
algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la
poderosa cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de Albacete
se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le
había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el
primer metro. De noche la ciudad resulta casi una desconocida otro dibujo otra
alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba las
madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los gallos
quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y poco a
poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes santo y
ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en
las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio laberinto y de
su castillo interior a la negrura de la noche tenía una explicación. Se había pasado
la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping por televisión hojeando a rastras
insustanciales periódicos y suplementos dominicales subidos de color y de
desnudeces pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la belleza no estaba
plasmada meramente en el felpudo de la modelo exuberante que por una vez se
retrasa mostrando sus líneas. Para él la belleza era la filocalía. No estaba en
torsos ni en senos flotantes sino en la belleza interior. Una mirada una
palabra amable una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas
explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportaje su pan comido:
ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos laicos. Los gimnasios
habían sustituido a las capillas en su misión soteriológica. Era el síndrome de
la catedral vacía de fieles y llena de turistas. La descristianización
progresiva, los largos puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La
barra fija. La bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado
mortal y el peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel habían
sustituido a los curas y a los obispos. Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios,
derribaron pulpitos y ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una
fabula que se inventó el Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo
cambió. Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le daban escalofríos
de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre suras a Alá y la muerte
de un geo. Dios aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era
buena persona en realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la
culpa la tendría su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban sin
embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo de su
obra anepigráfica.
—Tío, eres todo un baluarte
—Pero carezco de antivirus
—Que va. Lo que pasa es que estas
apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las horas muertas ante
la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha
cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya lo sé.
Había que quitarse el sombrero. Arije no
había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres
pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los
insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.
Todas estas predicas difundidas a beneficio
de inventario sin embargo no valían para nada, no le decían nada. Arije se
paseaba por la roca del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte.
Vio unos demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente
sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había demonios en
el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás el jardín se alzaba
sobre un cementerio y allí estaban los huesos del profeta Ezequiel en trance de
alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios de la capital se elevaban como
vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la
guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron. Castor y Pollux
un poco más ya junto a la fontana de la
Cibeles
que iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a guantazos
y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
—A que no me coges.
—¡Uy esos! Parece que van mal.
Por fin llegó tras mucho caminar, pasados
los pontones del olvido, al intercambiador Digital una cochera inmensa debajo
de los cimientos mismos del Arco de Triunfo. Estuvieron trabajando obreros
actividad frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que inaugurar
don Cejas para la Trinidad pero puso algunas
objeciones la Celadora de la
Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo un descojone,
entran y salen cuatro como antaño en el cine Montijilla y ya se sabe unos por otro
y la casa sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que
guasa y para las navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar.
Tenía unas escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las
mismas bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora
punta y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio
iluminando toda aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob
pero el bueno de Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo
de concentración supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís
cerca de un panel de indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una
fuina se agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la
oscuridad no podían soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no
paraba de hablar. Seguramente que se había soltado de la jaula de un
cuentacuentos:
—El 39 fue un año triunfal. Ese año un
primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo punto donde nos
encontramos. Entraron las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y
se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—Que bonito! —dijo el de la partida que
tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero para de hablar, lechuza
que nos interrumpe. Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué puñetas hacéis?
—Estamos conspirando.
—¿Así, con ese uniforme de penitenciarios?
Ya tendréis ganas.
—Tú ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede que el 39 fuera año triunfal pero de
aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín
con una leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de
Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba desglosando como un
parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis hic victoribus mens jugiter victura
monumentum hoc” (A las armas victoriosas este tributo). Los romanos más que
escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas de tiza y
la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización de abiertas
como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en
papel o en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de
Baltasar. Frases para durar. No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí
vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de Tito Livio y
de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó. Se fue. Pasó. Ábrete.
Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de poeta
y apellido de pámpanos. Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al pobre
Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había tundido
lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente blanco. Andaba gambado
por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles iba y
venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen pero la
ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es extraño. Los rostros, mohínos y
distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las caras se refleja
la infelicidad que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata.
Transitar por el Arco de Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por
donde pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo
que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas esterones,
artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf. Todo lo que me echen.
Pero para él las calumnias las injurias no
eran tales injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos?
Sí. Señor. Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros. ¿Entonces
de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete a casa. De noche en Madrid
todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní
pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran mis píes con pomos de
nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La conversación
con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin saber a qué carta quedarme.
Nadie se solidariza con nadie. Nadie quiere saber ni entender. Nadie te ayuda.
Estás solo. Atravesamos el desierto el ponto líquido. Tiempo de Acuario. Todo
parece que fluye. Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la escalinata
con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé manumiso exarico para los que
Madrid nunca será Madrid sino Majeriíta. Al menos ellos tienen esa idea. Para
ellos no ha pasado la Reconquista. Estas perdido, Arije, vuélvete
a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y tus hermanos? Mi madre
mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra. Difíciles frases.
Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando dándole vueltas al contexto
hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando de entender el
sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio. Señor, sálvanos que perecemos.
AÑO NUEVO ESCUCHO LAS
CAMPANAS DE SAN DANIEL
Primero de año estreno
doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después del gran catarro que amargó
su nochevieja. Escucharon villancicos en la radiogramola y bailaron algo, salsa
sobre todo que es la música que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se
desposó con una Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto.
Vio al papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio
y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este pontífice. Lo que más le
gusta dél es su devoción a la madona inspiración jesuita. Al final del oficio
se cantó ante el pesebre Alma redemptoris
mater pero el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo
por Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de la
Circuncisión llamando a la misa de santificación del Santo nombre de
Jesús. El bronce del campanil decía (Arije poseía un segundo sentido para
traducir el lenguaje de las santas campanas que son bautizadas y ungidas con el
crisma de jueves santo) esto:
—Populum voco. Mortuos prango. Vulnera frango
y aquella voz sonora del viejo monasterio
san Daniel uno de los muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo
de oro constituido por torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que
circundaban Madrid por la parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas
maravillosas enseñanzas que había aprendido sobre la liturgia romana en sus
años de seminario. Tuvo el convencimiento que la iglesia no son las encíclicas
papales ni la doctrina con moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el
corazón. Es la teología, las súmulas tomistas y el gran acervo de la tradición. En el monasterio de san
Daniel escuchaba la misa de cazadores el rey Enrique IV al alba antes de
recorrer los montes del Pardo a la caza de jabalíes y en su sacristía al pobre
rey segoviano lo envenenó un monje por mandato de Palencia cuando regresaba del
monte sediento y sudoroso. Diole al monarca a probar una pócima de hierbas con
mezclas aromáticas y gaseosa. El tañido de aquel modesto campanario hoy
convento de monjas le llenó de paz. Las aves huían asustadas por el cielo de
Reina Victoria, las palomas buscaban refugio en las helgaduras de las tapias.
En el Islam no hay campanas. Al moro el sonar de la campana le asusta pero
Arije se sintió ampliamente gratificado en su catolicismo, un catolicismo
ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos zorros
demasiados obispos tocineros y comentarios desaboridos de una cigüeña que
crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia profanada.
Liturgia es el culto
publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era adolescente y no podía
desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez o por prejuicios. Arije era tozudo
y no precisamente uno de esos que cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le
gustan los cantos de alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la
liturgia converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo este
entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración sacrificial y
canto de alabanza. ahora lo pretenden destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y
múltiple. Posee la gran riqueza de la diversidad de cultos en su capacidad de
católica o universal, apostólica pues proviene de los apóstoles. Está fraguada
en símbolos que por desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en
los cultos (santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y
rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia occidental existen
varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano francés, el medulano
de la iglesia de san Ambrosio de Milán el bizantino griego y muzárabe-visigótico que aun se celebra en la
primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le inspiraba por su
españolidad y sus adherencias al bizantino. En él abundan preces y letanías —
hesicasmo o repetición de una frase pronunciada por Jesucristo o de los
Evangelios como los kiries que impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión
las lenguas vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra
vacían el sentido en que el verbo divino habló en el monte. Por ejemplo en el
ultimo evangelio han traducido et
tenebrae eam non comprehenderunt
por no le entendieron cuando en realidad semánticamente lo que significa es que
la luz fulge y las tinieblas no apagaron esta luz que vino de Oriente. Los
motetes, los himnos eucarísticos, las secuencias forma parte de un fenómeno
privativo del cristianismo: la filocalía o amor a lo bello del que carecen los
otros credos. Es el Cristus Musicus
que se entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor. Además, las
vernáculas han despojado a la iglesia de su universalidad ingénita. Arije no
podía por menos de vapulear las enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene
la obligación de estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas
como el latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que estudian
constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay muchas cosas que no
se entienden sino a través del legado de la fe. Y estos misterios nos vienen de
los ritos órficos de donde arranca en parte la liturgia romana que quiere quiso
cristianizar el paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor,
normativa y regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los
animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el anagrama que llevaban los legionarios
cristianos en tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por
esa milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá desconocen
esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir el depósito de nuestra
fe a los pecados de la concupiscencia humana es una aberración. La liturgia
católica tiene estirpe teatral. Conviene recordar que el teatro nació en los
atrios de los templos cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare,
Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y
cimacios románicos con la representación de las sibilas, el infierno, los
martirios, las misericordias del coro donde quedaron labrados algunas
advertencias donde colocan sus posaderas los canónigos sobre la presencia del
maligno den el mundo al cual la Iglesia trata de combatir. Es el zlo
de los ortodoxos rusos. Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua
contra el mal, las bajas pasiones y los instintos que hacen desgraciada a la
condición humana.
Arije después de estas
consideraciones y halagado por la presencia viva del Cristus musicus se
santiguó y entró reverente en el pórtico de la iglesia de san Daniel. Las
campanas seguían propalando su melodía a la ciudad de Madrid anunciando orbi et
orbi la Circuncisión del Salvador. Año Nuevo
buen día del Señor.
Bajé la cuesta, era tan
empinada que con frecuencia el tranvía se atascaba por no poder con tanta
gente, los estudiantes se bajaban y a empujar. En una esquina la casa chalet de
Sebastián Miranda que velaba las armas cara al sol y los aires de la
universitaria. A izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio
Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y llevaba los
sones de aclamación cuando Collar desde la extrema izquierda marcaba Gooool, el
grito de júbilo resonaba por toda la Ciudad Universitaria, aquellas tardes de
domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti. Gumersindo Manahén Arije,
colchonero de toda la vida. El campo había sido derruido, bloques de pisos, y
allí tuvo él su oficina, archivos y papeles, estanterías de libros. Fue cuando
se digitalizó la administración y todas las semanas un camión del ministerio se
llevaba mesas y máquinas de escribir. El ordenador dueño y señor del campo
administraba la Cuerpa que ya no quería archivar
nada porque todo lo antiguo no valdría para nada. Toneladas de revistas y
libros de una época fueron a parar a la basura. Arije desde su ventanal trataba
de adaptarse a las nuevas tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de
Berlín se llevó por la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera de
acogotar al fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de la memoria
histórica, otra vez la guerra cuando nos creíamos todos reconciliados. Él para
contradecir al patán llevaba en la cartera una foto del Fuhrer que trajo su
padre superviviente de la batalla de Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató
de aprender alemán. Zum befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se
lo desbarató Cerrolaza un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el
Departmento de Germanistica de la
Central. Por el ventanal de la
Biblioteca penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles
que marcaba Luis el Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de Pazos
en la portería. Fue un tiempo de espera y de esperanza. El clínico albergaba
muchos secretos de su pasión por España. Desde allí los muertos le hablaban
unos se le aparecían con una pierna de menos otros tuertos y a muchos les
habían pegado un tiro en la garganta pero podían cantar. Sus conocimientos de
lo ultrasensible le deparaban al bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se
ponían pesados los muertos vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba a
ver a la Leonor o se daba un homenaje de
cocidito madrileño con dos botellas de vino en el Tera. A los postres besaba el
retrato del Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me dices ven lo dejo
todo.
El bulevar en rampa de Reina
Victoria cambió de nombre. Daría luego en llamarse Roca Tarpeya de Salamanca.
Ya se sabe lo que naturaleza no da no te lo presta Salamanca. Cuestión de másteres.
Los másteres de Perico el de los Palotes que quiso ser presidente, sentarse de
culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa. Los tiempos de Donald
Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de Eustaquio por la
Casa Blanca. Escogió el camino corto: afiliarse a la
CIA
y sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los generales de
las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir y derruir, machacar,
mentir, profanar, derribar escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo
lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta. Acaba con los Españoles sin
piedad, límpiate los mocos con la bandera de España y luego los trapos que te
sobren los trae para acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el
obediente Pedrito cargado con sus masteres, arrastrando las chuletas de las
páginas que copió con su cara de guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en
un nuevo Vietnam los gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar
féretros de soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de
Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba la manada.
Gora san Fermín.
Todos los días en Madrid es San Fermín y
violan a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame Manada recua
mogote y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que
llamaban el prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más
larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica que venía de
los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá en un portal mismo y
haciendo un standing up se la pasaron
por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió un rábula en defensa
de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que la
muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos casos no se puede demostrar
el estupro.
Hubo en el país una
verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle indignadas al amparo de la
consigna: “un no es no y un sí es sí”. Cercaron la audiencia y tiraban los
sostenes a los magistrados se quitaban las bragas y se las tiraban a los
magistrados a los hocicos. A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron
afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos
no paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la
Manada
se creyeron los reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte del plan
conspiratorio y la Manada se convirtió en efecto
llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días se
mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello,
relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la
mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron tan a huevo en su programa de fornicar
sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en defensa de las mujeres pero
la defensa de la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer. Desdén en
desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto separada de su
función primordial que es la maternidad y la familia. Arije conmovido y enternecido
por aquel zurriburri oyó a uno que bajaba la cuesta pañuelo rojo al cuello y
calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su
señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría que ponerla mirando para
el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El mozo de san Fermín
bajaba por la Calle la estafeta algo borracho
uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le colgó por los inhiestos de
un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al aire. Debajo de los calzoncillos
ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es este”. Pero se rehízo del varapalo
y salió corriendo a no parar hasta llegar la
Cuesta
las Perdices. España era una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/
separatista con los de la Cope los curas la
Iglesia,
el rey la reina, los alguacilillos actuando de convidados de piedra. Estábamos
en plena campaña de alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias,
televisadas, palabras sin sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones.
Unos se creían superman y otros se escondían aburridos sin hablar en un esconce
pero masticándose las tajadas otorgadas por el poder. Tú échame pan y llámame
perro. Las estudiantes de Farmacia se asomaban a las ventanas de los colegios
mayores en cueros y de esta guisa contemplaban el encierro. Arije se sentó en
el primer peldaño del colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso
por las aulas en la juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y
recordaba a la gran mole escurialense para dejar pasar la procesión y contar
las nubes. El Prenda se la cascaba
mientras se columpiaba en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al
suelo y se conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y
quedó castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares. Algunos no
escarmientan y se pasan de listos o de guarros
Era la hora de consultas
en el clínico y los tranvías venían atestados de hombres y mujeres que acudían
a ver qué tal andaban sus parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera
de boj que circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó
con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la
Pelona
hora sí hora no y la morgue no daba abasto para aguantar la lista de los
fallecidos en la capital. En Madrid no quedaba un viejo. La pica es la reina de
las armas, es la fuerza de la escuadra veinticinco palmos para herir sin ser
herido. La Pelona no cesaba de ahincar
banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante
ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en Madrid. Todos
acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa socorro. Y todo en la vida
es cárcel: la espina es cárcel de la rosa, la playa es cárcel del mar y el
trigo es cárcel del pan. Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales,
manoplas celadas, caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda
la infantería perece cuando la Pelona se empeña. Porque contra
ella no caben maulas. Pese a todo tenemos la obligación de ser dueños de
nosotros mismos. Arije contaba las nubes mientras con el rabillo del ojo seguía
a la turba de los violadores en cuadrilla que se perdieron de vista en un
recodo de la plaza de Pio XII. Anarosa se puso en jarras delante del portal,
pidiendo lo suyo:
▬ Quiero más. Dame más
▬¿No tuviste bastante? Pues
vale ya.
▬Chavala, tú eres
insaciable.
▬Give me more. Give me more. I want it now.
▬Otro toro que este no
vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica
historia de los violadores en cuadrilla que jaleaban las prensas nacionales sin
ningún pudor.
Él pensaba en Etsi aquella
novia que tuco y le hacía el amor en el 600 sin llegar a más. Tonto que fui,
pensaba para sus adentros, con las mujeres no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma más
letal hasta que se inventó la bomba atómica fulminante y esparce un hongo de
muerte al estallar. Carlos V el emperador se lamentaba maldita la hora que a un
chino se le ocurrió descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la
mecha cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban
todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía cola ante los
cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco para pasarse por caja.
Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas inventa el hombre blanco! Desde el año
89 todo ha cambiado para bien y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de
Méjico la más populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en
invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?
II
LUNA DE ENERO
Lunas fuertes de enero
cuando las gatas tienen celo y en las radiantes noches los árboles desnudos
tiemblan bajo la helada. Había pasado las navidades en su tabuco acariciando
sus recuerdos circundado de libros y de papeles. Le vino bien a su salud el
ayuno pascual. Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca
Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas oscuras.
Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo
alto de la cúpula, casullas recamadas y el diacono que cantaba:
— Xristós rasdaets piite i pklanite yevó
(Cristo ha nacido venid en adoración)
La catedral de la
Epifanía estaba inundado de caras guapas hermosas rusas con velo
blanco viejos creyentes y niños que recitaban los compases del Credo y del
paternóster en eslavónico todos se habían la letra y sabían lo que pronunciaban
aguantando de pie las dos horas que duró el oficio. Liturgia triunfal que se
refería a un mundo de belleza y de redención el ceremonial rico y antiguo que
se cumplía a rajatabla a las ordenes del presbítero puntero que iba señalando a
los oficiantes los pasajes de las lecciones y de los himnos que habían de
entonarse. Sintió Arije que Bizancio tenía la clave del legado evangélico y
todo un contraste con las catequesis perroneras, los lugares comunes e incluso
las herejías que pronunciaba ex cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un
contraste con la vida de aquellos días en España: atropellos de violadores en
cuadrilla. Llegó la manada. En Andalucía pastos y cabildeos. La hora del
consenso y de la rendición. Tres putas se desnudaron en la
Plaza
de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un crucifijo por donde
amargan los pepinos. Tiempos de profanación y desolación. Ierusalem desolada
est que cantó Jeremías. La Bestia utiliza a la serpiente
disfrazada de mujer. Pigtail profería sus blasfemias de siempre faroleaba,
quería ponerse medalla:
▬ Los feministas follamos más y mejor que los de la
ultraderecha,
La palabra ultraderecha y
fascista no se le caía de los labios a los de You can que se sentían
amedrentados e impotentes ante Vox un movimiento que arrasaba. Mucho presumir
de potencia sexual y seguro de que el miembro no se les ponía erecto para
cubrir a las cabras locas del Contubernio Fem.
Arije no tenía que ver con
la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde como lo fue Jesucristo contra el
Sanedrín y se sentía satisfecho consigo mismo por haber dado testimonio pero
sus días los pasaba oculto en su esconce y las noches las pasaba en blanco a
causa del dolor de España que lo afligía. Después de salir de la cárcel por
haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su vida pero tenía
demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de Majadahonda. Le había
quedado una pequeña pensión, podía pagar la pensión el resto lo gastaba en
tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada sabía de su familia. Etsi había
venido a verle dos veces a la cárcel pero desde el año 92 no volvió a saber de
ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció
radiante. Los niños de Madrid había sacado a la calle sus camionetas, sus
hombres araña y las muñecas que les trajeron los Reyes Magos. La
Epifanía era una noche mágica. Ponía fin al misterio de las Doce
Noches y Saturno dejaba de gobernar el mundo. Durante este intervalo ocurrían
bajo el imperio del dios oscuro así conocían a Saturno los romanos y para
aplacarlo celebraban las saturnales. Las doce noches venían marcadas por la
tragedia de trifulcas en el hogar, asesinatos, borracheras, eclipses, pues el
sol se ocultaba y no quería alumbrar la
Tierra,
terremotos e inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el
hombre ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano había
renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había que ponerle a los
pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda la
Europa
nevada en su trineo buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto
espirituales como corporales se sentía contento. Había llegado la hora de
romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer. Allí todo seguía igual que hacía
diez años. El Santis en la barra y la Leonor en su chiscón la cual al
verle llegar le hizo esta salutación:
—Coño, yo creía que te
habías muerto.
No supo qué decir ante tal
insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una botella de vino. De postre arroz con
leche y un chispacito de coñac.
Había tres o cuatro
individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre la derrota del Madrid
ante el Alavés. Nadie hablaba de política. Abandonó el local satisfecho y por
aquel dicho de que de la panza sale la danza recuperó su buen humor pero ya en
el autobús camino de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía
vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En la parada final se
acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted mal,
señor?
—Si llamen a una
ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y
Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí perdió la consciencia.
Cuando despertó estaba en el quirófano de Puerta de Hierro rodeado de tubos de
mascarillas y de electrodos, enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico
una muchacha joven se acercó:
— ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo
de vino y un poco de aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por
amigos míos
—Señor, pues en las
lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un veneno que puede causar
la muerte pero al parecer es usted hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas estaban
buenísimas.
—Le hemos hecho un lavado
de estomago. Creo que se recuperará. No obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los que
le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo por sus pecados y un aviso del
cielo para no volver a pisar nunca un chigre, tabernas, una fonda sin
homologar. Dios le había salvado de las garras de Erifos y de la Leo. Otra vez la Divina Misericordia estuvo de su parte.
Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero cuando las gatas
entran en celo.
SAN ANTÓN
LA
GALLINA PON
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento
de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las estrellas donde se inscribe nuestro
destino en busca de señales. Los dioses mandan desde el firmamento un aviso. Y,
ya con el alta médica en el bolsillo, al abandonar el hospital enclavado en los
cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta de un manto níveo bajo los
arcos del austero monumento a Mota y Marín, aquellos dos valientes rumanos,
voluntarios de la Guardia de
Hierro, que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde
Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba
a unas manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de
haber sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre
con un fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Santi y la Leonor vaya un par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se
jodan. Entre potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los
asesinos. Así y todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera
pegado a los dos un tiro, si no hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó
bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre,
los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de
vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para
alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y
estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la
corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un
cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en
una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para
ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral
de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las
parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había
pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran
devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII
por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente,
había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de
Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el
coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo.
Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a
sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla
el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña
fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey
se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas
entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin
acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama
de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de
Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de
los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le
conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de
las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor
uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de
quicio.
FUEGO AMIGO
Arroaban los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios,
gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina,
ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del
lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los
dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus
borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los
curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y
omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias
increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y
otros autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a
codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro
de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes
mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores
de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se
alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su
reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en
España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear.
¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los
clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía
nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba
las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y
dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban
de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma
para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste
las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega.
Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga
y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno.
Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos
con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de
sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la
hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma
como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
ARROABAN los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los
canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la
gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el
aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te
muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que
te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus
amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos
rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba
historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío
Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que
no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura
sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es
enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones
derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del
Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos
defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar
imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya
digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la
puerta del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una
jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que
llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con
lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír
salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera.
Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir
tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi
rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa
propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres
de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba
cien patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían
convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno
gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada
agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se
demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro barrio. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al
cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado
mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de
alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte
hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero
seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de
Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban
de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo
parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing
por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros y
no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los
contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la
agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era
una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte
central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del
horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio
cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso
el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba
sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del
Julifer. La Leonor mujer farota
y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más.
La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no.
Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus
habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar.
Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía
arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca,
cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear
al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador,
hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los
resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco contemplativa
había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los
encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares.
OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de
San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que
acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo,
inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época.
Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su
amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría
ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra
reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban muy
alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en
poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de
Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las
ediciones de sus obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener
distribuidor. La luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el
ruido de la calle. Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa
arrabal de Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra Segovia dieron paso a la avalancha de
constructores del Real State. Surgieron como hongos la urbanizaciones de
adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía
causa común con él mira que tirarse al tren! En su memoria encendió la cachimba
y sentado en el sofá destartalado al lado de la chimenea comenzó a leer un
capitulo de la novela de su amigo. No era un libro del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo ni uno
de esos autores insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista de los
más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos comprometido
con su tiempo;
"Don Nilo el hombre,
librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en tiempos revueltos
(ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo suspendieron de empleo y
sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de compañero de terna a un
marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre todo por el
de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía otra
cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la Organización pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le
pegó un meneo a su compañero de filas y lo estampó contra la pared al conjuro
de la frase típica menos montar
en globo y dado por el ano pues no soy Olano todo lo que quieras. Le
llamaron a capitulo, lo empapelaron y le dijeron aquella frase terrible de
“mañana no vengas”. Él le explicó al Inspector General que trabajar con don
Palamón que era como se llamaba el bibliotecario era misión imposible que no se
la deseaba ni a su peor enemigo. Con decir, mire usted, que tengo que entrar en
mi sección cara atrás, como iban los ajusticiados de la Inquisición a horcajadas de un asno y mirando para Toledo. y con las
dos manos guardando las posaderas, ya le digo todo lo que le tengo que decir,
señor Inspector general. Pero el mandamás puso orejas de mercader, se pasaba
sus reclamos por los mismísimos, y eso que conservaba fama de ser lenible y no
mala persona, que si llega a serlo... Le dieron la absoluta.
Ahora ¿qué hago?,
preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme librero de lance e irme por
ahí por los mercadillos con mi camioneta, se dijo don Nilo, resolutivo. Leer,
escribir, soñar era lo que más le gustaba. Vivía en una nube pero de menos nos
hizo Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como centro de operaciones y
allí que se plantaba cada martes con su vehículo, montaba el tenderete y se
instalaba al lado de un banco. Venían pocos clientes. Había traído un taburete
y allí se sentaba con los tratantes, con los pegujaleros de Martín Muñoz que
venían rebosantes las artolas de sus burros de lechugas, berzas y tomates a
vender género de la rica huerta; con los labradores ricos marañeros, a los que
decía que el Arrabal fue plaza famosa donde tuvieron el punto otrora perahiles,
licenciados de Flandes y picaros. Como el Potro de Córdoba, el Perchel
malagueño, las gradas de San Felipe en Madrid, el Azoguejo etc. Estas plazas
españoles tan esplendidas tan aseadas enmarcadas en soportales fueron coso de
la filosofía, albergue del espionaje, descansadero y punto de acogida de la
picaresca y centro de operaciones de la gente del bronce pero también de
hidalgos honrados que planeaban su viaje a las Indias. Hablaban de mujeres, de
trigos, de cosechas y otras noticias por ejemplo de quien había fallecido
aquella semana, un crimen truculento como el del alimañero que mató a un
dentista un día que regresó al hogar y encontró a la mujer con otro. Por
aquellos corrillos pasaba la vida cada martes, el revolver de los ciclos, el
girar de las estaciones por el círculo del sol, que cambiaba los rostros y
arrugas las viejas heridas, pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del
común, sangre municipal y espesa a la sombra de la torre de la iglesia. El
reloj de sol empotrado en gran hastial cónico del paramento de la iglesia de
Santo Domingo debajo tenía un letrero que decía:
-Tempus fugit
Sonaban las
campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba con su vozarrón
noble que espantaba a las palomas y a los vencejos revoloteando por las
socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los paisanos que andaban abajo
hablando de sus cosas y haciendo tratos por los corrillos se quitaban la gorra
en señal de respeto y se quedaban mirando para lo alto del campanario donde
extendía sus brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a
tomar un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la edad
media. Arévalo es católico, noble y sentimental (la plaza se ganó a los moros
sin combate en un torneo a primera sangre entre don Bernardo Serantes y el rey
Abdelaziz) y pienso que cree en Dios aunque no lo haya visto nunca porque fe es
creer lo que no vimos. Don Nilo se levantaba de la tajuela que compró como
regalo de caridad a los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de
sus paranoias con trabajos mentales, miraba para el cielo sumido en un
respeto reverendo para luego seguir la lectura de su autor favorito don
Francisco de Quevedo y Villegas El Grande y se metía en otro mundo arrollado
por la cadencia de su prosa.
Por la puerta de
Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese momento a un teatino
salir dando voces. Vaya por Dios pues las gracias y desgracias del ojo del culo
escritas por Juan Lamas el del Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana Mucha
Montón de Carne las firmó el poeta en un momento de inspiración y editadas por
un maestro ocultista: Daniel Lebrato y trata de algo tan humano como son las
ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no estás a gusto.
Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga el mulo que según
come el mulo así caga el culo por antonomasia. Peyose Colasa
que suele hacerlo a lo bajini atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el
cuerpo humano y los nueve dimanan, o echan flojo sobre todo en las mujeres que
son sólo cañerías (vista, oído, olfato, el agujero por delante y el agujero de
cagar, estos dos últimos son singulares, los tres primeros van en pareja y
todos al de por junto empalman como el último de los sentidos, el que posterior
muere, que es del tacto) aunque hay algunos que afirman la existencia de un
décimo el flogístico, el que llaman ojo de Ra. Ojo de Dios con el que los
imagineros paleocristianos representaban a la primera persona de la Trinidad en forma de triángulo. Mas no entremos en teologías que
la liamos. Pulso de mi lira la más sublime cuerda canto a la mierda.
Según don
Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la frente el ojo
del culo es el más inocente y por él poco se peca aunque a los de la cáscara
les sea puerta del vicio nefando locus horribilis. Que de los placeres sin
pecar, el cagar. Sí caga alegre, caga contento pero caga adentro. Y la mujer
que un pedo suelta no puede ser sino desenvuelta. Ese lugar por donde no daba
el sol hasta que llegaron los nudistas es redondo y bien trabado un círculo
perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del zodiaco y aunque no
es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo tenemos tan guardado
pringado entre dos murallas y amortajado en una camisa, envuelto en unos
dominguillos y envainado entre dos greguescos que cuelgan como dos falderillos,
avahado en una capa que por se dijo béseme
vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos.
Sin su
reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un ojo del culo
que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo del que expulsan cuanto
sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha muerto muchachos y marchitado yerbas.
Es paciente y serenísimo, jamás se inmuta aunque a veces lo agobie el picor de
almorranas y otorga un placer de los que no suelen desamistarse con ninguno de
los diez mandamientos pues no hay gusto más descansado que después de haber
cagado. Por eso cantan muchos coplas cuando desembuchan o leen un libro cuando
van a la letrina el tiempo de cagar es hora plácida. Es docto y filósofo amparo
de soledades porque se nace, se muere y se caga solo, es tarea en la que nadie
te ayuda. Y el buey suelto aunque a él con la lengua no puede llegarse a no ser
que seas malabaristas. La mayor parte de los cristianos, moros y judías se lo
alcanzan con una teja o con la hoja de un periódico español de ahora mismo que
sólo valen para cumplir la noble tarea de limpiarse sus miserias cada uno con
los artículos de la prensa sural.
Le cumplen nombres
infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en retaguardia. Es la popa del
barco que sufre las inclemencias e injusticias de los temporales ayudando a la
navegación de proa y dando a la barca de san Pedro cierta estabilidad. Los
dómines latinos dieronle el título de antífonas por oficiarse siempre al cantar
de dos chantres porque juega a pares y nones entre las nalgas. Le dicen trancallo los asturianos porque
es el portillo que tranca y abre la puerta de los mojones y también manojo de
llaves por lo redondo de su forma.
▬ ¿Hay quien puje?
▬ Tráigame el bacín
vuesa merced.
▬¿No hay quien dé más?
▬Sí don Artur Mas al
que la boca se la hizo un fraile
▬Pues que se meta las
pesetas por ahí el muy avaricioso y cretino cabalino.
Son provechosos sus
mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de alimento, en la
naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se transforma como la energía. Y
como el pedo suele ser cosa alegre que sirve de risa y pasatiempo. El culo no
suele meterse con nadie pero recibe demasiados azotes y descargas y en cierto
bares de Malasaña hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues ese ojo
acullá suscita miradas lascivas.
Julio Cesar el
emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía durante el transcurso
de las mismas, concursos de pedorros. A ver quién pee mejor. El que más fuerte
atronase se llevaba una corona de laurel y cien denarios. Al Cesar tales
competiciones le divertían muchísimo.
Compañero es del amor
porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo colchón no se tiene por
seguro que haya habido coyunda ni amancebamiento. También declara amistad
porque con pedos los señores suelen divertir a los amigos. Se dice por ejemplo
que “soltó un preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene el nombre de
alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una pluma, irse
de bastos, marchó sin decir adiós, señor de Argamasilla cuando sale chilla.
Quien se ha peido que huele a tocino quien se ha cagao que huele a bacalao. Tú
por tú que fuiste tú.
Tirarse un cuesco es
asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y conventos. Nadie sabe el
por qué se confunden las ventosidades de los mamíferos- la burra de mi abuelo
también se peía- con el fruto de los vegetales. Será por lo rotundos y la
morfología esferoide de la tripa cagalar esto es el ano. No vayamos a confundir
el culo con las témporas"
El pobre Nilo escritor y
periodista segoviano que en paz descanse no tuvo fortuna en la ardua carrera de
las letras y no lo hacía mal sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia la
Celestina "fortuna te dé Dios, hijo, que el saber no te hace
falta". El Propinas tuvo a los dioses en contra. Había vivido en Gran
Bretaña en los locos años sesenta donde había vivido sus aventuras y locuras
sexuales y regresó a España tratando de abrirse camino en el bosque encantado
de las musas. Es una selva más tupida e impenetrable que la del Amazonas. Le
ahogaron las lianas de la desdicha. No fue profeta en su tierra pese a lo deslavazado
e impenetrable de sus escritos acertó en su diagnóstico de los males patrios.
Había comparado el movimiento Nazi Feminista con el Apocalipsis y estas
malditas mujeres del vientre seco y del odio campaban por sus respetos. La
Dobermana andaluza rubia de bOte y
chocho morenote no dejaba de apretar sus recias mandíbulas de perra con
prognatismo contra el partido españolista. ¿Perra o zorra? En cualquier caso la
zorra no se resistía a abandonar su madriguera. Andalucía era un nido de
víboras donde oda corrupción tenía su asiento. Habían perdido las elecciones
los de Susanita pero se echaron al monte. He aquí lo que decía mi difunto
colega allá por el año 78:
Tras las conmociones
del viernes de
Dolores – las
profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran traición-
ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e institutos
de venganza (give me more). Calixta la novia que tuvo neozelandesa con
su cara de kivui y su voz atiplada de cupletista pelirroja le gritaba aquella
frase imponente, Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley en mano, y yo
sólo soy un pobre mortal, mientras hacían el amor en la scullery de
su piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls Court en
Londres. Oh Emiliano dame más. Me he quedado sin tralla “Me dejaste a buenas
noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada que tenía Emilio de hacer el
amor y su engorde. Se había comprado unos pantalones en Marks&Spencer
que le daban un aspecto payasil muy holgados de cintura y desde entonces le
puso el mote de Emiliano Pantalones. Eran grises como la luz de
atardecer que iluminaba su penthouse de soltero en la
calle Jardín de las Flores entre Fulham y la Vieja Brompton Road. Tenía yo ganas de huir y
me uní al gran corro de la desbandada. Me producía una cierta tristeza Ya verán
predicas incriminatorias, precitas instancias. El personal no quiere saber nada
de nadie ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese grado de insolidaridad
estamos llegando a los tiempos del 36, cuando los madrileños en aquel otoño
sangriento se paseaban por la Avenida del
Quince y Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica
estaba batida por los obuses nacionales con un cartel en la solapa que
decía: no me cuente Vd su vida, ya me la sé. El amor en tiempos de
cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira
millas. Venga radiales, duro que te pego horizontes de encintado vial de raya
continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio aquel que te afligía como cuando
viajabas desde Essex a Yorkshire. 180 millas en la
A1 en tu mini de color rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y
a hacer pis. Cuando un pueblo es marrano, eso queda muy consignado en los
servicios de las fondas en el camino real. Y los ingleses son unos cochinos,
pero los franceses lo son aun más y los portugueses para de contar. Todo el
país es como si le olieran los pies. Huele a Fátima y a milagro. A
melancólicas cuerdas de fado. Cierto la tristeza tiene un color no puedo
hablar no me entienden, acaso sea muda. No me cuente su vida oiga que es muy
triste, no venirme con milongas. Llevamos unos cuantos años con las brigadas
del amanecer haciendo de las suyas y no es el cartero que viene a traernos un
giro o una carta certificada sino el polizonte o el comisario que llega a
ponernos una denuncia y nos ruega velis nolis acompáñame amos
anda... pero tú que te has creído... prédicas infernales... ese doctor de las
mañanas de la tele que debe ser del hopos pues lleva años y años en antena no
para de hablar de cáncer... harte el encontradizo o el advenedizo que tú no te
enteras leñes que ellos piensen lo que les de la gana... tan tan.. ¿Quién?
Abra. Un registro. Es usted fulanito de tal.- yo soy Domingo García Sabell el
jefe. Tenga la bondad de acompañarnos. Aguarde que me ataco los pantalones.
¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que hacérselo por el camino. Puro tramite. El
del mosquetón que te observa por la mirilla del mingitorio mientras que tú
evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un maldito paseo al amanecer. Billete de
ida al reino del iras y no volverás. De los sencillos y de los torpes es el
reino de los cielos. Esa facultativa de ojos claros y el culo gordo que archiva
su ira y se pasa el día entero zampándose tabletas de chocolate. Por eso
el culo se le ha puesto como un balón. ¿Qué decía vuesa merdé? Reñidas
oposiciones, la vida combates es, y hoy tocan a fajina. El corazón amante.
Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo
pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble
de la Red de San
Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos fagotizamos
con tanta guerra civil. Fotos trágicas, el máuser en alto. El mono azul y la
guerrera postinera recogen mal los abultamientos de los senos de aquella bella
miliciana y un falangista en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la
vista de su verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el pelotón no me va
importar acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían hacia Cibeles desde
el palacio de Buenavista y de gobernación las camionetas del ejército de la
verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar igual que conejos.
Fue el que dijo: éste sobra pues sí sobra claro que sí. Lo malo es que había
mucho más jefes que indios y los que maulaban y soliloquiaban que ya
no se les pone gorda. En los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo
monto con la señora Marquesa, ale. La
Política no interesa y el que escribió el estatuto
prostituto se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont tell me
fibs. Pero si eso es el placer de contra en eso precisamente está el
misterio y la maula. Mañana es domingo de Ramos y arranco para Segovia de
estampida. Mis huidas y mis circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline
de la ciudad donde yo nací me tranquiliza pero no es para ponerse muy
sentimentales sino para precaverse. ¿Vienes pa muchos días? Sólo a las
procesiones, Fuencisla. Las hermandades, los cristos rotos, el entierro de los
gascones, la torre de san Justo proyectando su sombra en viernes santo contra
la luna, el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos, un
cirio que arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de corrientes del
azoguejo que nosotros denominábamos el arzovejo y al decirlo parecía nos dieran
azogue, porque nos entraban las prisas. No es lo mismo decirlo como verlo. El
diablo que aparece a lo lejos con su tridente. La banda del regimiento marca el
paso y los gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. Alguien
con voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede haber
misterio. Tampoco cristianismo se acerca la
Venus Victrix la diosa triunfadora con su rozagante manto de
Dolorosa que porta en la mano un arrastrapeplos. Todo esta bien drapeado por el
que hizo el planteamiento pero en esta noche hay alguien que nos estorba, las
fichas parece que se mueven y bailan los datos pero todo en esta atmósfera
respira intensidad y tiene lo que los alemanes denominan spanung.
La novela es un concepto musical y eso mismo lo tiene ahora mismo mi ciudad. Me
arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje de los recuerdos a la busca de una
cierta congruencia y del hilo de la fábula. Las trenzas de Ariadna y su rubia
cabellera las llevamos recogidas en cintas multicolores. Me multiplico, he de
hacerme ubicuo y gozar del don de la bilocación con que el Señor favoreció a
algunos de sus siervos. No he de tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder
la calma. Tengo que perderme en fárragos de burocracia mientras las mucamas
romanas esperan el autobús en la parada de mi barrio cuya marquesina se ha
convertido en objetivo de los gamberrotes. Lo expliqué en un artículo que este
vicio moderno de las tribus urbanas se denomina clastomanía, un vicio como otro cualquier, tan respetable,
verbigracia, como la del millonario que vive en los chalet de abajo, los que
vierten al río y que rebusca en los cubos de la basura y los contenedores,
aquejado del mal de Diógenes, acumular y guardar en el nido igual que las
cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar la cuesta de los álamos subido en
una bicicleta de carreras que seguramente no mercó en la tienda, sino que es
una de los muchos testimonios de su pasión por la rebusca. Ser y tener. Tanto
tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una cierta pasión ordenancista. El
papado por ejemplo es una constitución carolingia y la
Iglesia como la literatura y su pasión por los cilicios y las
torturas mentales un cajón de sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema
los visigodos con sus corregidores, bailíes, paciarios y el uso del sello y el
balduque atado en cuerdas de cáñamo en los documentos oficiales. Desde entonces
todos los clérigos son funcionarios. En realidad es lo que debieran ser los
curas. Limitarse a su misión de funerales, bautizos y matrimonios y poner
nombres en los libros de registros. Cuando se salen de esa misión específica ya
empezamos todos a mear fuera de sillico. Clericus del griego “kleros” que no
quiere decir otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho más modestos
que nuestras pretensiones y si nos ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco
más modestos, las cosas empezarían tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es
que hasta el siglo XVIII trono y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en
equipolencias tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. He
dicho.
Quedó Arije
confundido después de la lectura de aquellos párrafos póstumos y contundentes.
Que nunca verían la luz de las imprentas, condenados al polvo del olvido al
rebujo de los altillos de su biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de
domicilio, irían a la hoguera o vendidos al peso del papel. Vanidad de
vanidades. Mala suerte tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la
guerra y caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la lucha
de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en tres equivalentes:
masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo era lo mismo, rajitas y rabitos
habían sustituido a los cristos en las escuelas de párvulos) él bajo a la calle
y se subió al viejo cadillac destartalado que había comprado a un coronel
americano de la base de Torrejón. Lo tenía aparcado en una riera cubierto de
polvo y cargado de kilómetros y mandó al volante que lo condujera hasta el
cementerio de Brunete. En uno de los nichos que tenía un epitafio que daba que
pensar "nací, amé, luché, vencí, perdí, morí ¿resucitaré el último día?"
colocó un ramillete de madreselvas. La sepultura la presidía una cruz latina
con cuatro palos a la manera rusa. Nilo dejó en sus mandas escrito en un papel
antes de suicidarse que quería ser enterrado por el rito ruso, que durante el
sepelio sonase la grabación de una misa de resurrección que registró el año 87
durante una audición de onda corta por Radio Sputnik. Una de las aficiones del
segoviano aparte de la literatura era el diexismo. Hombre profundamente
religioso y reverente Nilo era del parecer que el Vaticano quemó su mandato
divino y entregó al diablo las filacterias y las arras de su misión sagrada en
el mundo. Pero si Roma prevaricó el patriarca moscovita se mantenía incólume en
la doctrina y sobre todo en el esplendor y boato de su liturgia. Arije pensó
que esto era una extravagancia de su amigo, no se puede cocear contra el
aguijón, y que los tiempos cambian.
Depositadas
cinco rosas en la tumba que guardaba los restos mortales de su amigo en el
cementerio campestre de Brunete al lado de los blocaos y casamatas recuerdo de
la cruenta batalla de 1937 la batalla de la sed se encaminó as Villanueva del
Pardillo donde uno de su pueblo Rufino Vírseda fue hecho prisionero por la
fuerza del general Casado. En su pueblo le dieron por muerto y cuando se
estaban celebrando los funerales por su eterno descanso en la majestuosa
iglesia de Cantalejo allí apareció Rufino Virseda licenciado del ejército tan
pichi. Su habilidad y su simpatía de tratante le granjearon la amistad del
comisario rojo y se pasó la guerra enchufado en un campo de prisioneros
nacionales en Valencia. El pueblo trillero tuvo por milagroso aquel suceso que
fue comentado en las Siete Villas, un milagro atribuido a la Virgen del Henar. El liberado colocó como
exvoto un retrato suyo de artillero que le tomaron en el Cuartel de la Montaña al entrar en filas. Cada año en el
último domingo de septiembre acudía a Cuellar a dar gracias al Henar por haber
salvado el pellejo.
Los violines
sonaban ya a la hora del crepúsculo. El Dodge Dart que compró a Rodrigo Royo tiraba
millas subiendo la cuesta de Valdemorillo acercándose a las dehesas del
Escorial habitadas por fresnos gigantescos de macabras figuras. Decían que
desde una rama de estos grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba mensajes
sabatinos a una supuesta vidente picaresca nacional. Arije aceleró cuando el
coche se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres veces. Los diablos se escondían
entre las peñas y las zarzas propalando mentiras y embaucamientos. Allí se
acercaba gente sin rumbo los desahuciados y en desdicha en espera de encontrar cura
de sus enfermedades y carestías. Los amigos de la Cuevas poniendo el cazo a cuenta del fraude
de las apariciones marianas se hicieron millonarios y compraron pisos abrieron
residencias de ancianos. Arije que desesperado creyó en aquellos supuestos se
pegó el batacazo. Un sábado vio cómo una pareja fornicaba furiosamente al pie
del árbol de las apariciones preguntó al hombre:
─¿Qué estáis
haciendo ahí sinvergüenzas?
─Quiero
empreñar a mi señora. El ginecólogo cree que nunca se quedará encinta, vientre,
yermo
El paisano
miró para el entrometido con ojos feroces y prosiguió su tarea ya casi a punto
de terminar.
─A ver, a ver─
contestó don Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al volver la
vista se dio cuenta qué horror que el furioso sátiro empalmado desplegaba verga
de casi medio metro dos cuernos de morueco retuerto que le daban vuelta a la
cabeza y no se apoyaba en pies como los humanos sino en pezuñas. Era súcubo e
incubo como reza la tradición y la que
estaba entre sus piernas no era la vidente sino la alcaidesa de Segovia quien
profesaba a Belcebú profunda devoción, hasta el punto de encargarle una estatua
para ponerla frente al Acueducto, Arije dio un grito de espantó y huyó del
lugar para no volver más a Prado Nuevo. Había visto al diablo. Daba diente con
diente y no volvió hasta ponerse de nuevo al volante camino de Segovia.
Aquella garamalla
sin mangas tejida de un solo hilo -Cristo se desvestía y sus siervos y
seguidores duro colocarse ropajes, uno encima de, sotanas y dalmáticas, al año
que viene en Jerusalén pero caminamos de espaldas al monte calvario- abolía el
orden viejo. Los ornamentos de los dioses antiguos, de Júpiter Diana
Afrodita y Baco quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos
e incapaces de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no harían otra
cosa en todo el tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.
Casi me desternillaba
de risa pero aquella hora de grandes acontecimientos fue el tiempo de los
sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no señor al revés
te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos anegamos en un
marasmo de sorpresas. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir a los
mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas las mitras las
cidarias el efod y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de otro,
negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir oficios y categorías
inciertas de flámines y peanes del mundo órfico.
Degolló
nuestros principios sin espada.
─ ¿Eres tú
el que ha de venir o esperamos a otros?
─Por sus
obras los conoceréis- respondió el Señor
Se rieron
dél, pero Él no vino a traer la paz al mundo sino un orden nuevo con todo lo
que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue desmontada piedra a
piedra y los campos adyacentes de su pomerium o arrabales,
arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz escuchábamos el batir de los
tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de que aquel cerco
se produjera.
─ ¿Y no
escarmentaron los judíos?
─Por vida
de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de cerviz, una alegoría de la sinrazón y
estupidez humanas.
Era
Jesús un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; sin
embargo no fue su obra atenazada por las tinieblas. Resplandeció su luz
venciendo a la oscuridad. Sus vestiduras de ajusticiado por una de esas
carambolas inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo
acto trascendente) y se encendió el fuego de la gran luminaria que ardería por
los siglos de los siglos sobre aquel pebetero puesto que nadie será capaz de
destruir el amor, eligiendo a lo más despreciable y abyecto del mundo,
que de los rechazados y humillados y ofendidos hizo él su piedra basal, en
menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales. Su doctrina no era de
este mundo pero venció al mundo con su evangelio.
Debió de
ser un revés para los sionistas mesiánicos. El libertador anunciado por los
profetas de Israel moría en el suplicio escoltado por dos ladrones Dimas y Gestas.
No me vengáis con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le recibieron
─la frase de Juan que luego leí incansables veces martillea mis sienes─
mientras los mercenarios, puesto que no se puede hablar de soldados romanos, ya
que el centurión Cornelio, un hispano nacido en Híspalis se negaba a crucificar
al Mesías pero ante la contumacia del sanedrín “tolle, tolle, crucifige eum”
(quita, quita, mátalo) no quería que el pueblo romano se manchase las manos de
sangre y contrató a una partida esclavos sirios para hacer aquel trabajo. Los
soldados de Cornelio estaban cabizbajos cuando se rasgó el velo del templo,
hubo una tormenta, tembló la tierra y oscureció a las tres de la tarde. Para
entretener la vela, mientras custodiaban al pie de la cruz, se rifaban con el
cubilete sus paños menores. Y cuando “cum voce magnum” expiró… sonó
el consumatum est que hizo temblar los quicios de la
historia, huyeron despavoridos y bajaban algunos diciendo por el monte Calvario
atentándose unos a otros para no caer debido a la oscuridad que se hizo en el
cielo de repente:
─Verdaderamente
este era el Hijo de Dios.
El
Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza ¿dónde
se vio?
La humilde túnica inconsútil era el
símbolo del siglo futuro. El que busca su vida la perderá. A ver queremos; un
signo pues ese no nos vale.
La vida de todos los hombres por nuestra salvación se
la había echado el Inocente sobre los hombros a manera de chal cobijando sus
espaldas doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil azotes y de
72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos y la más
áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su frente inmortal
quedando ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su barba taheña
¡Ah que nos miraba a todos con aquellos ojos dulces llenos de perdón! Del
primer pecado de Adán Él, varón de dolores, nos redimió. A mí se me hacía
muy difícil de aceptar, como romano, acostumbrado a mirar a los dioses con un
cierto escepticismo, ver aquel semblante de manso cordero. Los dioses
reinaban en el Olimpo para castigar y enviar rayos y desgracias a los
mortales. Si te enojabas con Júpiter, éste te taladraba con su gario y te
convertías en rana.
Con los
dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a Esculapio y se
ordenaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta
allá arriba con sus amigotes y después de expirar tenían que sujetarte la
barbilla, abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al
Barquero. Tan mala costumbre acicate de la codicia fue un pretexto para
que en el mundo antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más
importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige los
designios. Oro, oro y nada más.
Fue
ofrecido al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó hasta la
balaustrada y Jesús apareció en el enlosado del Lithostros una caricatura de
ser humano, un guiñapo.
─Ecce homo…
ahí lo tenéis, cabrones, hecho un guiñapo. ¿No os basta? ¿No queríais que lo
castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? ─
dijo Poncio
─No.
─ clamaron entonces los judíos.
La chusma
quería más sangre. Y contestó a la demanda del prefecto con palabras terribles
─Crucifícale,
crucifícale, mándale al palo y caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros
hijos.
─ ¿A
vuestro Rey queréis que condene a pena de muerte?
─No es
nuestro Rey. Se hizo pasar por hijo de Yahvé. Blasfemó.
Dada la
condición vil de la chusma, Pilatos tuvo miedo. Era el mismo morbo, el de
aquellos judíos soliviantados y nacionalistas, que el que impulsaba a la
plebe de Roma a cometer toda suerte de desmanes en el coliseo. Quería ver la
sangre a chorros de los andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave,
Caesar, los que van a morir te saludan.
Ecce Homo.
Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros como el que llevaban los
locos por las calles de Jerusalén, pusieronle una caña en la mano por cetro y
así compareció. No lo condenó Pilatos. Fue sentenciado a muerte por un tribunal
democrático, por mano alzada, que sometía sus veredictos a votación en la casa
de Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron los judíos. Pero la perfidia de
esa raza es alegoría de la condición humana, si se quieren mirar las cosas
desde un ámbito teológico, ajeno a toda manifestación racial. Sin embargo, el
pueblo elegido se convirtió en pueblo errante. Nunca tuvo paz consigo mismo.
Roma madre de pueblos ciudad del amor su nombre me retrotraía a
aquellas tardes de invierno en mi pupitre del aula de estudio pasando paginas
del Raimundo de Miguel el gran calepino mirando para la Mujer Muerta. El aire
frío de la ventisca se colaba bajo los
ojos del acueducto. ¿Qué será mi vida Dios mío la estoy empezando? El busto de
Tito Livio me sonreía desde la portada del libro de tío Livio que don Valeriano
fue a comprar a la calle Barquillo y yo pasaría cinco años en la Plaza del Rey
habitando con el duende de las Siete Chimeneas. Jacobo I de Inglaterra vino a
casarse con una infanta la cual diole calabazas, aquel rey moriría en la horca
y su fantasma merodearía por los pasillos. Allí estaba un banco y luego
pusieron un ministerio. No sé si habrá
un registro de los hados que marca la
ruta de nuestros designios. Vida errante. Soy judío. Flavio Josefo contó la
destrucción de Jerusalén por las legiones de Vespasiano en castigo por haber
dado muerte al Inocente. El templo fue arrasado y su velo se rasgó cuando el
sermón de las siete Palabras. A lomos de prisioneros israelitas el Gran
Candelabro de los Siete Brazos fue arrastrado durante cuatro mil kilómetros
hasta la Ciudad Eterna. Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas quedó
convertida en Aelia Capitolina. Fuiste señora y ahora esclava te condenaron a
vagar por el mundo. Vida errante. Me lo contó Vilicus uno de los guardias que
custodiaron la agonía del Inocente y al pie de la cruz se jugaron a la taba sus
pobres despojos las sandalias, el lienzo de pudores, un peine con el que Jesús
se acicalaba la barba, y no pudieron hacer partes de la túnica de Xto porque
era de una sola pieza. Era el triste despojo de un profeta vagabundo que viajó
por Palestina sin dinero y sin impedimenta. Un tullido que se puso sus sandalias
se levantó de la silla de ruedas y empezó a caminar, Longinos el decurión
enjugó su rostro enfermo por la sífilis en el paño de pudores que había llevado
el Señor, aquellos santos calzoncillos, sanó. La gente cuando se produjo el
desenclavo y bajaron el cuerpo de Cristo de la cruz quedó atónita ante las
cosas extraordinarias sucedidas aquella tarde de Viernes Santo en el Gólgota:
Las curaciones milagrosas y las resurrecciones intempestivas vieron salir de
sus tumbas a los muertos de los cementerios y el propio centurión Cornelio
cuando regresó a la ciudad despues de aquel servicio se encontró a su esposa
Camelia dando gritos de júbilo: uno de los hijos del militar que estaba enfermo
y casi en la agonía de súbito se puso bueno, se le quitó la fiebre y pidió punzón
y tablillas para describir en el viaje que había realizado — el galeno Mincio
que lo curaba y el flamine que le ayudaba a bien morir habían dado al joven por
muerto el hígado se le salía a cachos por la boca— y así pasamos la tarde
pensando en estas y otras cosas mientras contemplábamos la naumaquia y las
peleas de gladiadores.
Hay que guardar silencio en el
templo de Anguerota, la vestal que me introdujo en el mundo del silencio.
Séneca me enseño a dominar mi concupiscencia desde el criterio de que el
dominio de las pasiones sobre todo la gula es el pórtico de entrada a la
felicidad.
El silencio es inefable puesto que la palabra
a veces ofusca el entendimiento y empecé a ver claro cerca del circo máximo.
Los gladiadores hacían músculo en un campo de entrenamiento cubierto de grava.
Olía a embrocado y a sudor. Los reciarios hacían movimientos con la red, los
andábatas extendían el tridente y un esclavo subalterno les enseñaba cómo
tenían que gritar ave cesar los que van a morir te saludan. Un calificador
catalogaba las posibilidades que tenía el etíope Ursus de vencer a un tigre que
le soltarían media después. Se escuchaba el rugir de la multitud. Un sol de
justicia caía a plomo sobre Roma. Los luchadores ensayaban llaves y
estratagemas para derrotar en la lucha a su oponente. Un clavijero que debía de
medir dos metros limpiaba el “anguis” o enseña militar con un dragón pintado
que abriría carrera de la procesión de tres vueltas al ruedo y otras tantas
prosternaciones ante la tribuna del emperador. Vi a Nerón. Era un tipo
rechoncho de ojos grandes y nariz gruesa. Una diadema de oro orlaba su frente,
llevaba tres anillos de zafiro en los dedos y su aspecto era el de un hombre
vulgar de origen germánico. Estaba gordo y lanzaba constantemente risitas y carcajadas.
Bebía vino de Salerno y, antes de empezar la función, ya estaba “trompa”. Un
“signífer” o adelantado de centuria trepó a lo alto de la columna trajana y
soplando en un añafil de plata tocó el clarinazo que marcaba el inicio de las
espectaculares “joci” circenses. La chusma enardecida vitoreaba al emperador y
gritaba:
—
Panem
et circenses
Fuese menester tener contento al
pueblo y propicios a los dioses o no el hecho era que ésta era la política de
los emperadores. Arriba y abajo. En lo alto estaban los dioses y el senado
romano, abajo el ejercito y el
populacho. Por las gradas se veían sombrillas y parasoles para guarecer del sol
aquellas caras tostadas de los libertos y el bello cutis de las matronas.
Vendedores ambulantes recorrían los vomitorios vendiendo agua de nieve y
pepitas de calabaza. Se cruzaban apuestas sobre los contendientes. Unos
apostaban por los que habían de perecer en la arena y otros por los gladiadores
victoriosos. Cantaban sus nombres y se proclamaban “addicti” de su combatiente
preferido. Unos apoyaban a Carneades un griego con cara de matón al que le
faltaba un ojo que pegaba golpes certeros y ganaba todos los combates y otros a
un tal Rufus venido de Hibérnica que era el terror del Coliseo.
El día de circenses las vestales
tenían la tarde libre. Y algunas acudían a los juegos causando entre la
hinchada admiración por su belleza serena y llena de quietud. La vestal maesa
portaba una diadema sobre la frente; la joya injerta en amatistas, diamantes y
zafiros hacía aguas deslumbrando a los espectadores. Uno de los gladiadores
cayó derribado por su contrincante cuando se distrajo mirando para el tendido
reservado a las vestales. Les daba escolta a las jóvenes una cohorte de los más
fornidos eunucos, algunos de ellos provenían del Alto Nilo, eran númidas. Antes
de entrar al servicio del templo eran castrados previamente. También
custodiaban a las meretrices del harén del emperador. En el anfiteatro los
númidas se destacaban por sus cuerpos atléticos, y el rigor con el que cumplían
con su deber: mantener a buen recaudo a las vírgenes consagradas a Júpiter de
la lascivia del populacho. Violar a una vestal constituía uno de los delitos
más horrendos del derecho romano, castigado con la pena capital previa
emasculación del delincuente. Una vestal tampoco podía ser condenada a muerte.
Permanecían encerradas entreaño. Al llegar las saturnales, sin embargo, era
quebrantada su clausura y salir a la calle. Se las veía pasear por la Vía Apia
arrastrando sus peplos y ricos mantos de seda guarnecidos con as más ricas
alhajas extraídas de las mejores minas del imperio. Roma no pagaba traidores.
La gran solidez y consistencia que duraron más de seis siglos se apoyaba en la
norma del derecho el cual a su vez tomaba como columna basal dos conceptos: el
“jus” (derecho) y la “virtus”. Tuve yo allí un esclavo griego, Andronicus, que
me enseñaría las pandectas y todas las intríngulis bizantinas de la casuística.
Los hados y la superstición eran otra característica que servía de base a su
concepto sincretista de la religión. Eran un pueblo práctico. ¿Por qué
conformarse con un dios único — aducían los flamines sacerdotes de Júpiter—
cuando la divinidad puede constar de tantas variantes en medio de una realidad
tan complicada variopinta y diversa? No hay respuesta. Sólo sé que no sé nada.
Lamentablemente, las religiones fueron la causa de muchas muertes y peleas
entre los mortales. Allá cada cual con su creencia.
En un rincón del anfiteatro
aparecían despavoridos y sollozantes como medio centenar de personas. Entre ellos
había viejos mujeres y niños, unos se mostraban temerosos y sollozantes pero
otros aparecían alegres y como deseosos de alcanzar la palma del martirio en la
boca de los leones. Iban a ser sacrificados por haberse negado a quemar
incienso en honor de los dioses. El egregio luchador Silvinus Carassus parecía
querer arroparlos, dispuesto a defender a aquellos postulantes de una religión
nueva predicada por un judío llamado Saulo. El cual aseguraba que Jesús su
maestro había bajado del cielo para salvar a los hombres pero murió en una cruz
(el tormento más ignominioso para un romano) condenado por el consejo de
ancianos de Jerusalén para quienes era un blasfemo por haberse creído hijo de
Dios.
Vistoso y abigarrado espectáculo el
que ofrecía aquel recinto abarrotado ocupado por una chusma ávida de emociones
fuertes. Cerca de sesenta mil almas contemplaban la arena desde los tendidos.
Unos reían, otros lloraban a causa de las riñas frecuentes y otros jugaban a
los dados. La ludopatía era el vicio mayor en Roma. Se jugaban a la mujer, a la
madre, las fincas, la casa y perdían hasta la camisa. De pronto se notaba
barullo en una grada. Dos espectadores se estaban pegando en ese momento
escupía el vomitorio un pelotón de soldados que zanjaba la disputa a machetazos.
Los juegos duraban todo el día hasta la noche por lo que había que traer
merienda. Se veía a algunas mujeres comer a dos carrillos bocatas de jabalí o
una salazón de pescado que llamaban garium. Regaban la merienda con vino
aguado. Sobre todo las mujeres libaban de lo lindo. Apuraban las “pocula”
(jarros) Una matrona que le había dado al pimple más de la cuenta se puso a
cantar canciones obscenas y recitar versos de Plauto se llevaba las manos a los
genitales y exhibía los pechos al aire por culpa del vino. La plebe empezó a
silbarla y jalearla y se preparó todo un espectáculo. Estaba beoda. Había
consumido dos cráteras — casi una
cántara — de morapio de Lesbos que en las “cauponae” (tabernas) se consideraba
el más fuerte. El pueblo se divertía con
la vieja. Quería pan y circo. Nerón dio la señal y un trompeta (el “tubicen”)
soplando por la tuba tocó una diana florida, saltaron a la arena, rugientes y
en manada, los leones que habían de despedazar a los cristianos.