miércoles, 2 de abril de 2025

 ABALLANDO LAS OVEJILLAS






Aballaba yo mis ovejillas y vi cruzar un vestiglo por los cielos del monasterio. Era un monstruo con cara de zorra cuerpo de mujer y las cejas muy anchas y negras de ala de cuervo y recordaba el rostro de Eduardo Alan Poe.

No me afligí pues estoy acostumbrado a extrañas visiones imaginativas. Es mucho más peligrosa y cruel la realidad. Su escolta era una cuadrilla de mozos matuteros que entonaba cánticos epinicios a la muerte de Petrarca.

Como contramedida cruzó, subido en un carro con ruedas de nube, un diácono portando el cáliz del Grial.

Todas esas escenas formaban parte del "dolce stil novo" y luego vi acercarse por el camino a una comitiva de borrachos. Todos pronunciaban elocuentes discursos.

 Acacia

A la entrada de Segovia según se va por la carreta de Madrid bajando la cuesta de bnaterías hay un puente romano el de Valdevilla por el cual las antiguas cohortes y clades de augusto vadeban con su impedimenta el rñío Clamores que hace dos milenios debía de llevar mucha más agua que ahora y en la otra orilla estaban las casas militares unos chalecitos un un pequeño jardín delante y un corral detrás en las que transcurrió mi infancia. La colonia inaugurada por el coronel Tomné en 1951 (guardo una forto de la ceremonia de la entrega de llaves) y que había sido edificada por presos de guerra que en regimen de redención de penas por el trabajo trabajaban para Regiones devastadas hoy ha sucumbido a la recalificación de terrenos –esto no era más que un peñascal- y a la reconversión urbanística. O a la revanchista de algunos que se liaron a derribar lo que había construido el anterior regimen. Se cerraron cuarteles y se ha ha dejado prácticamente indefensa a la nación o bajo el paraguas estratégico (es como tener un tío en alcalá) de la OTAN. Y la reforma del ejercito constituye hoy por hoy una delas grandes amenazas al porvenir de la unidad de la nación. Sin conscripción y sin levas la mili que era una escuela de hombres de ciudadanías y de valores ha dejado de existrir. El puente que había ha sido cegado para canalizar al clamores que desde hace bastantetiempo era un río subtrerraneo, Guadiana bajo los arcos del acueducto. Pero aun quedan los apeos y el pretril. En el lado de allá y en la curva que hace la carretera sigue la acacia plantada por mi padre en la esquina del patinillo del sargento casado. Más allá vivía el brigada Vences un poco más el teniente Ricardo y un maestro ajustador de Zamora que tenía un hijo que se llamaba Pedrito que jugaba conmigo al gua. Siempre andaba con mocos.
-¿A qué Virgen alumbras, Pedrico?
-A la que me dé la gana.
La acacia ha crecido tumbada porque a los de mi cuadrilla nos gustaba zarandearla por el tallo como si fuese una muchacha. Y digo la acacia sigue floreciendo y tiene 56 primaveras poco menos de un lustro que yo. Siempre que vuelvo a mi pueblo me fijo en ese detalle y paseo mi melancolica rodada por lo que fue y ya no existe