martes, 8 de julio de 2025

 

DICK EMERY EL LONDINENSE DEL BARRIO JUDIO QUE FUE LA GRAN CARCAJADA DE INGLATERRA

 

La magia de youtube me hizo retroceder medio siglo en el tiempo. Todavía resuenan a la recherche du temps perdu las risas de aquellas tardes de invierno frente al televisor en blanco y negro.

Suzi me había preparado la cena y yo llegaba cansado de trabajar en la universidad de York o de las clases de la escuela y allí estaba él pequeño ojos penetrantes y taladradores como un berbiquí y una verdadera garlopa para cepillar la mala madera de los pensamientos negativos la incertidumbre de mi empleo, el miedo al futuro ¿qué sería de la hija que nos iba a nacer? Our Helen.

Dick Emery fue el mejor humorista de todos los tiempos.

A Charlot lo dejaba atrás y ganaba por media cabeza en esa competición a Alf Garnett otro castizo del barrio judío el cual anunció que no habría navidades aquel año de gracia de 1973 “porque la Virgen María tomaba la píldora”.

 Benny Hill era otro de los grandes de aquella BBC de los años setenta que fueron los mejores de nuestras vidas. No había odio en los rostros sino sonrisas.

Era la old merry England abriéndose al futuro que perdía el imperio y arrostraba los tiempos difíciles a veces de chácharas insustanciales y tazas de té.

 El acento cockney de estos gigantes de la sátira era difícil de seguir.

─Las burradas de Alf Garnet se conjugaban con la sutileza de los gags de mister Emery cuando impresionaba al vicario con los dientes de burro, a la solterona más fea como un demonio que no querían que la llamasen madam sino miss y trataba de tumbarse al electricista o al lechero un mito sexual en aquellos tiempos. Dick conseguía personajes perfectos como el de la núbil señora entrada en carnes y en años que llevaba mal lo de haberse quedado para vestir santos.

O el vejete cascarrabias que vive con sus hijas, refractario a quedarse en un asilo.

Oh you are aweful but I like you

Acto seguido le arreaba un bolsazo a su interlocutor.

Benny Hill aparecía com su cara de colegial noughty boy, deliciosas travesuras y alguna mariconada, rodeado de gachís despampanantes. Estábamos en los tiempos de la minifalda, la píldora anticonceptiva, bombas en Belfast pero sin guerras- nadie hablaba de guerras ni de holocaustos.

El antisemitismo había sido suprimido por falta de quórum. Tiempo feliz. Sin embargo, Dick Emery 1915-1983 tenía una cara oculta.

Fuera de la escena era antipático, presuntuoso, cruel con su familia, presumido y muy putero, se casó seis veces. Un womanizer de siete suelas. No fue un tipo feliz. Visité su tumba en el cementerio de Bishop´Storford. Estaba abandonada. Una estela funeraria sin cruz y sin flores. Bendita sea su memoria de aquellos tiempos que no volverán y recuerdos de aquel amor que sólo pasa una vez en la vida de aquella Suzanne mi primera esposa que estará presente en mi imaginación hasta que cierre los ojos

martes, 8 de julio de 2025

miércoles, 2 de julio de 2025

 

PRAVEDAD DE MATERIA

 

MI ACCIDENTADA CONFESIÓN AURICULAR EL PENITENCIARIO ME NIEGA LA ABSOLUCIÓN

 

VUELVO A CONFESARME DESPUÉS DE DIEZ AÑOS ALEJADO DE SRI

 

No es que me haya alejado de la iglesia pero circunstancias largas de explicar y la entronización del papa Prevost (un pontífice como Dios manda) me empujaron a arrodillarme ante el tribunal de la penitencia.

Otro aliciente: esta pascua de resurrección y de pentecostés (Pfingstein lo llaman los germanos) he sentido aletear la paloma del Espíritu Santo a mi alrededor. 

Para “descargar el saco” opté por acudir al penitenciario de la catedral de Segovia, don Crescente, que era de mi curso, contemporáneo y compañero de seminario. 

Le recuerdo bien no muy grande de talla pero fuerte como un quejigo jugando a la pelota pegaba unos mangazos que eran como disparos contra el frontón de la torre Carchena esto es el paredón del cine Cervantes que decíamos la huerta del seminario. 

Le pedí cita en la capilla del Cristo que remata la nave del crucero de la última catedral gótica. Una tarde de mayo me arrodillé ante aquel cajón prestoso que llaman tribunal de la penitencia para despachar mi confesión auricular diferida tanto tiempo.

No sabía cómo empezar la declaración de mis culpas, pero ¿Qué pecados se pueden cometer a los 81 años?

─Ave María purísima

─Sin pecado concebida ¿Qué te trae por aquí, Antoñito?

─Pues vengo a confesarme contigo, Crescentín

─¿Cuánto hace que no recibes el sacramento?

─Más de tres lustros

Noto al penitenciario revolverse alarmado en su asiento detrás de la rejilla. Suspira, se hace un largo silencio y después dice:

─Tres lustros son quince años

─Cabales.

−En Sevilla y en Linares veinte mulas son diez pares. ¿Perdiste la fe, Parrita?

─Quiá. Sigo en mis trece con los viejos misales y rezo El oficio divino del rito de San Pió V.

─Fue abolido

─Por eso mismo y me hice ortodoxo ruso, en Londres fui ordenado diácono por el metropolitano Antonio

─Qué disparate, pero Xto lo perdona todo. Además, veo que obraste con rectitud de intención.

─¿Vas a misa?

─La rezo en casa

─Esas misas no te valen. ¿No te acuerdas de lo que nos enseñaba don Demoque,  ¿te acuerdas de nuestro porfesor de Moral? Mi predecesor en el cargo que era un experto canonista. Las leyes no te las puedes saltar a la torera, están ahí.

─A ver: cuarto mandamiento ¿Honraste padre y madre?

─Les ayudé en lo que pude. De joven entregaba todo lo que ganaba en casa y de mayor cuidé de ellos hasta que fueron viejos. Pero ellos me devolvieron mal por bien, yo era la oveja negra de la familia. Me salí del seminario y eso jamás me lo perdonó mi madre.

─Bueno, eso ocurre en las mejores familias. A ver el quinto. ¿Mataste o heriste de palabra u obra a un semejante?

─Ganas me dieron de matar a más de uno, padre, pero me contuve y en lugar de agredir a los que me agredían o difamaban traté de volver la otra mejilla.

─Bien. El sexo mandamiento. ¿Cometes actos lujuriosos?

─Que cosas tienes, Crescente. A estas alturas, ya somos más viejos que san Hilario. Castos a la fuerza. Me operaron de la próstata y fue como una emasculación química. Sin embargo, la vista y el oído son los últimos en morir aunque poco puedan pecar y a mí me gusta consultar las páginas porno de internet

─Ay, Dios, pero ¿Qué cosas dices, pues? Eres un hombre casado.

─Sí, pero mi parienta anda a lo suyo, se cansó de mí y yo me alivio de mis cuernos entrando en esos chats infames donde toda suciedad encuentra un hueco. En las salas del Desnudo veo cómo se masturban las mujeres de medio mundo, se meten el dedito en el culo, vuelven la vista y eyaculan espuma por la vagina. A mí no es que me solace esto. Es que siento horror. Porque se cumplen las profecías de Sodoma y Gomorra al alcance de un clic con esas pelanduscas.

Las peores, las más hernecidas, duchas en la felación, el sexo anal son las rusas, el beso negro, etc. Estoy por decirte que casi me enamoro de una. Una siberiana guapísima. Aparece en su portal, luego cierra la ventanilla cuando es requerida de amores por alguno de sus lujuriosos solicitantes para un privado exclusivo. Regresa al cabo de un cuarto de hora todo despeluzada y dando la impresión de que el cliente de turno la ha dado una paliza, luciendo moratones en nalgas y pechos.

─Uy por Dios y esa porquería miras

─Se llama Estrella y yo trataba de convertirla hablándole de las penas del infierno. Me escuchaba una vez que parlamenté a Estela con atención y luciendo una cara virginal con aire de no haber roto nunca un plato; atenta me escuchaba al otro lado de la pantalla. Le hablé de que la prostitución es no solo peligrosa para la salud del alma sino del cuerpo también. Todo en vano. Oídos de mercader. Las que caen en ese abismo no pueden ser redimidas. Les puede el vicio. Son adictas al sexo. Le hablo como diacono de la iglesia rusa pero por toda respuesta me mostró un gran cipote de plástico y dijo una blasfemia: "este es mi Dios". 

Fue vendida por un macarra judío y acabó en Estambul en un lupanar, pero consiguió regresar a San Petersburgo donde se gana la vida haciendo la carrera. Sexo cibernético.

─Esta Estrella, Crescente, ilumina los cielos tenebrosos del terror del milenario.

─Pero hombre, querido colega, ¿cómo te metes en esos tinglados pecadores?

─Porque tengo órdenes sagradas bizantinas y porque soy periodista y me gustaría anunciar a la juventud de los peligros de estas corrupciones, de estas perdidas que se ganan la vida con el clitoris.

─Esas pobres mujercillas acabarán en la cárcel, el hospital o la calle

─Sí ciertamente. Vosotros los que os quedasteis en el seminario ─le digo a mi antiguo colega─ no sabéis la fuerza que tiene el diablo y yo donde me ves soy un luchador contra la bestia. El argentino que acaba de morir trabajaba para la sinagoga, los malos de esta película.

─¿Cómo te atreves...?

Mi confesor frunce el ceño indignado, percibo su enojo, espero una de aquellos guantadas de cuando jugaba al frontón; tarda de reaccionar unos minutos para concluir:

Roma locuta, causa finita. No te puedo dar la absolución

─¿Por qué?

─Pravedad de materia. Es decir, que el pecado es demasiado gordo. Has de recurrir a otras instancias, al papa, por ejemplo. Renegaste de tu fe.

─Jamás. Sólo cambié de rito. Del latino por el griego

─Pero los cánones son los cánones, Parrita. No te cabrées

─Sí me cabreo y me indigno, pero para tí la perra gorda que para eso eres el penitenciario de esta diócesis.

 El viejo penitenciario Crescente al que yo tanto apreciaba cuando éramos latinos y jugábamos al fútbol en Baterías aquel viejo campo de tierra lleno de guijarros, me despide con cajas destempladas y yo estoy a punto de mandarle a tomar por culo, pero aprieto las cuentas de mi rosario y me voy que bufo.

 Dios los perdone a él, a la puta,  y a una iglesia que no ha sabido estar a la altura en su lucha contra el diablo. Esperemos que el papa León XIV retorne a la iglesia de Roma por donde solía. Amén. Mi exmologesis acabó como el rosario de la aurora. ¡Mira que negarme la absolución cual si fuese yo un hereje; así pagas nuestra amistad, Crescente, de cuando íbamos juntos en la terna a pegarle patadas al balón en el campo de Baterías! Pues métete tu absolución por donde te quepa. Ego te absolvo a peccatis tuis... Pienso para mi consolación que ciertos sacramentos no son dogmas ni imprimen carácter; son meros símbolos convencionales y que sólo Cristo puede perdonar los pecados. No un cura inepto mal encarado y gilipollas.

 

 

martes, 1 de julio de 2025

 VUELVO A CONFESARME DESPUÉS DE DIEZ AÑOS ALEJADO DE SRI

 

No es que me haya alejado de la iglesia pero circunstancias largas de explicar y la entronización del papa Prevost (un pontífice como Dios manda) me empujaron a arrodillarme ante el tribunal de la penitencia.

Otro aliciente: esta pascua de resurrección y de pentecostés (Pfingstein lo llaman los germanos) he sentido aletear la paloma del Espíritu Santo a mi alrededor. 

Para “soltar e saco” opté por acudir al penitenciario de la catedral de Segovia, don Crescente, que era de mi curso, contemporáneo y compañero de fatigas. 

Le recuerdo bien no muy grande de talla pero fuerte como un quejigo jugando a la pelota pegaba unos mangazos que eran como disparos contra el frontón de la torre Carchena esto es el paredón del cine Cervantes que decíamos la huerta del seminario. 

Le pedí cita en la capilla del Cristo que remata la nave del crucero de la última catedral gótica.

No sabía cómo empezar la declaración de mis culpas pero ¿Qué pecados se pueden cometer a los 81 años?

─Ave María purísima

─Sin pecado concebida ¿Qué te trae por aquí, Antoñito?

─Pues vengo a confesarme contigo Crescentín

─¿Cuánto hace que no recibes el sacramento?

─Más de tres lustros

Noto al penitenciario revolverse alarmado en su asiento detrás de la rejilla. Suspira, se hace un largo silencio y después dice:

─Tres lustros son quince años

─Cabales.

−En Sevilla y en Linares veinte mulas son diez pares. ¿Perdiste la fe, Parrita?

─Quiá. Sigo los viejos misales y rezo ─

El oficio divino del rito de San Pió V.

─Fue abolido

─Por eso mismo y me hice ortodoxo ruso, en Londres fui ordenado diacono por el metropolita Antonio

─Que disparate pero Xto lo perdona todo. Además veo que obraste con rectitud de intención.

─¿Vas a misa?

─La rezo en casa

─Esas misas no te valen. ¿No te acuerdas de lo que nos enseñaba don Demoque, mi predecesor en el cargo que era un experto canonista. Las leyes no te las puedes saltar a la torera, están ahí.

─A ver cuarto mandamiento ¿Honraste padre y madre?

─Les ayudé en lo que pude. De joven entregaba todo lo que ganaba en casa y de mayor cuidé de ellos pero ellos me devolvieron mal por bien, yo era la oveja negra de la familia.

─Bueno, eso ocurre en las mejores familias. A ver el quinto. ¿Mataste o heriste de palabra u obra a un semejante?

─Ganas me dieron, padre pero en lugar de agredir a los que me agredía o difamaban intentó olvidar agravios.

─Bien. El sexo mandamiento. ¿Cometes actos lujuriosos?

─Que cosas tienes, Crescente. A estas alturas, ya somos más viejos que san Hilario. Castos a la fuerza. Me operaron de la próstata y fue como una emasculación química. Sin embargo, la vista y el oído son los últimos que pecan y a mí me gusta consultar las páginas porno de internet

─Ay, Dios pero qué cosas dices pues? Eres un hombre casado.

─Sí pero mi parienta anda a lo suyo, se cansó de mí y yo me alivio de mis cuernos entrando en esos chats infames donde toda suciedad encuentra un hueco. En los masturbatorio veo como se masturban las mujeres de medio mundo, se meten el dedito, vuelven la vista y eyaculan espuma por la vagina. A mí no es que me solace esto. Es que siento horror. Porque se cumplen las profecía de Sodoma y Gomorra al alcance de un clic.

Las peores, las más hernecidas, duchas en la felación, el sexo anal son las rusas. Estoy por decirte que casi me enamoro de una. Una siberiana guapísima.

 Aparece en su portal luego cierra la ventanilla cuando es requerida por alguno de sus lujuriosos solicitantes para un privado.

Regresa al cabo de un cuarto de hora todo despelujada y dando la impresión de que el cliente de turno la ha dado una paliza luciendo moratones en nalgas y pechos.

─Uy por Dios y esa porquería miras

─Se llama Estrella y yo trataba de convertirla hablándole de las penas del infierno.

 Me escuché con atención y luciendo una cara virginal con aire de no haber roto nunca un plato. Le hablo de que la prostitución es no solo peligrosa para la salud del alma sino del cuerpo también.

Le hablo como diacono de la iglesia rusa pero por toda respuesta me mostró un gran cipote de plástico y dijo una blasfemia este es mi Dios. Fue vendida por un macarra judío y acabó en Estambul en un lupanar pero consiguió regresar a San Petersburgo donde se gana la vida haciendo la carrera. Sexo cibernético.

─Esta Estrella, Crescente, ilumina los cielos tenebrosos del terror del milenario.

─Pero hombre, querido colega, ¿cómo te metes en esos tinglados pecadores?

─Porque tengo ordenes sagradas bizantinas y porque soy periodista y me gustaría anunciar a la juventud de los peligros de estas corrupciones, de estas putas.

─Esas pobres mujercillas acabarán en la cárcel, el hospital o la calle

─Sí ciertamente. Vosotros los que os quedasteis en el seminario ─le digo a mi antiguo colega─ no sabéis la fuerza que tiene el diablo y yo donde me ves soy un luchador contra la bestia.

Mi confesor frunce el ceño y tarda de reaccionar unos minutos para decir:

─No te puedo dar la absolución

─¿Por qué?

El viejo penitenciario Crescente. El Crescentín, al que yo tanto apreciaba cuando éramos latinos y jugábamos al futbol en Baterías aquel viejo campo de futbol, me despide con cajas destempladas y yo estoy a punto de mandarle a tomar por culo pero aprieto las cuentas de mi rosario y me voy que bufo.

 Dios los perdone a él, a Estela, a una iglesia que no ha sabido estar a la altura en su lucha contra el diablo. Esperemos que el papa León XIV retorne a la iglesia de Roma por donde solía. Amen. Mi exomologesis acabó como el rosario de la aurora. Pienso para mi consolación que hay sacramentos que nos son dogmas sino meros símbolos y que sólo Cristo puede perdonar los pecados. No un cura inepto mal encarado y gilipollas.

 

martes, 1 de julio de 2025