domingo, 19 de enero de 2020

LA ESCUELA DE PERIODISMO OVETENSE Y PÉREZ DE AYALA











Resultado de imagen de PEREZ DE AYALAResultado de imagen de PEREZ DE AYALA



Resultado de imagen de PEREZ DE AYALAResultado de imagen de PEREZ DE AYALAResultado de imagen de PEREZ DE AYALA
EL GRAN PERIODISMO OVETENSE Y PEREZ DE AYALA

Periodista total, periodista universal, en sus novelas Ramón Pérez de Ayala siempre rinde un tributo a ese cajista anónimo que encajaba tipos de plomo en la galerada, plasmaba titulares, coordinaba líneas, encimaba ladillos durante las noches de vela entre largas parrafadas y copas de coñac. La letra muerta es para Ayala el fulcro de la palanca que mueve el mundo.
Es una epifanía un libro del génesis que se entrega a las multitudes a la hora del desayuno. Define al periodismo como una carrera de obstáculos, sacerdocio redentor de ignorancias, saber de las masas, un trajín de demiurgos, pozo sin fondo, filón que nunca se acaba.
Acaso sea demasiado pedir porque la gacetilla es hoja volandera flor de un día y con poco más de veinticuatro horas de vida y el gacetillero un tipo humilde que convive con el poderoso pero que nunca deja de ser pobre. La gran tragedia del periodismo es enterar en simbiosis con la política.
Esto era así en los tiempos de don Ramón hoy alguno de estos plumillas enchufado a la carroza del poder fulge como un rey Midas de la comunicación. Y hay comunicadores que se creen dioses.
Si en “La Voz a Ti Debida” Pedro Salinas cantó a las veinticuatro redondas blancas, Ramón Pérez de Ayala en "El Sendero andante" prorrumpe en un canto de amor a la linotipia. "El periódico es el cubo de las Danaides, no se acaba nunca". Hay cada mañana cebar a un monstruo insaciable. Ramón Pérez de Ayala fue jurisconsulto, académico de la lengua, embajador en Londres y diplomático de altura, dramaturgo, novelista. Poeta eximio, pero fue, sobre todo, en su primera juventud egregio periodista.
Escribía sueltos y artículos de fondo, gacetillas y pequeños reportajes en el “Imparcial,” crítico de teatro, corresponsal en Londres. El periodismo es la vida que pasa, el río que fluye, el sonido y la furia, espejo del humano existir, y, si se quiere, un despeje plaza porque todos acabamos haciendo mutis por el foro. Los de Oviedo ─Tuero, Clarín, Palacio y Ayala─ crearon escuela en Madrid y hasta puede decirse que en Asturias se descubrió una forma diferente, con más altura, mayor garbo que el de otras provincias, de hacer periodismo. Tuve la suerte de haberme arrimado a esa escuela desde mis años de prácticas en la Escuela (Pérez de las Clotas me publicó mi primer artículo e LNE hace más de medio siglo) Alfonso Cepeda, Arias de Velasco, José Luis Balbín. Manolo Avello, Ladis y su hijo Ladislao Azcona el que fue verdadera punta de lanza con su estilo rompedor de los telediarios. Y en ese demanda seguimos aferrados a ese sueño de que éramos el Cuarto Poder, un sueño que perdimos porque en la actualidad ya no somos un cuarto ni un quinto poder sino la voz de nostramo.
Y a ese poder le conviene que estemos “acoyonados”, con la mosca en la oreja y en casa mientras las gárgolas de la gran sentina─ han muerto las linotipias ya no ruge la marabunta en las redacciones que se han vuelto silenciosas y solmenes, los ordenadores no fuman como fumaban nuestras máquinas de escribir─ profieren crónicas de sucesos: a esta la violaron, a aquel lo mataron, fulano se divorció de zutano, robos, desfalcos, puterío (sensacionalismo amarillista) y en esas estamos a ver con quién se acuestan y con quien se levantan los famosos.
Los medios de comunicación hoy y espero que por revelar una verdad no se nos acuse de conspiranoicos son lacayos de un gran hermano invisible pero con los brazos poderosos y los dedos sutiles y muy largos.
Tuve la suerte de conocer una época gloriosa cuando ser redactor de un diario era ser algo gracias a estos próceres que he mencionado que me dieron cobijo y trabajo. Hoy el periodista se ha vuelto un tipo insignificante, excepto los tertulios, que mandan en página, pero por lo general parecemos personajes salidos de cualquier novela de Kafka
Parece ser que ahora volvemos a las covachuelas decimonónicas y a la frase conminatoria del marqués de Romanones cuando en una rueda de prensa dijo:
─Pasen los periodistas y coman
Humillados y ofendidos, escupidos despreciados o prostituidos (esos de la Cinco que se llaman periodistas no merecen ese nombre su oficio el de la alcahuetería el más viejo del mundo, tampoco formaría tándem con los curas de la Cope y eso que soy católico a machamartillo). Yo no me rindo.
Seguiremos en la demanda, dando palos al gobierno y tumbos por el mundo (lo aprendí de los americanos el deber de un buen profesional es criticar a los gobernantes desde el día en que ganan las elecciones) hasta el momento y hora que nos llamen a entregar la cuchara y rendir cuenta al altísimo.
Entretanto, se me esponja el alma al leer estos epitalamios a una profesión que me dio de comer, ahora tan entredicho y balaqueada.
El periódico es una llama sagrada que ilumina un mundo futuro mejor y en libertad. Y en esa demanda que me enseñaron los de Oviedo perseveraré hasta el final. Gracias, queridos amigos de LNE por publicarme estar cartas que son reseñas o tal vez artículos. Yo ya digo no me rindo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario